La zapatería, un oficio que tiende a desaparecer en San Gabriel

Zapatería. Iván Caicedo, con 30 años de experiencia, mantiene esta tradición en las calles Montúfar entre Colón y García Moreno.
Zapatería. Iván Caicedo, con 30 años de experiencia, mantiene esta tradición en las calles Montúfar entre Colón y García Moreno.

SAN GABRIEL. La zapatería es un viejo oficio que poco a poco se va perdiendo en San Gabriel. En su mejor momento, es decir en el siglo pasado, se confeccionaban zapatos y zapatillas personalizadas y de moda para damas y caballeros.

Estos lugares además de ofertar botines, zuecos, botas, sandalias, y botines de calidad, garantizaban la durabilidad de estas prendas, que se fabricaban manualmente con cueros y materiales vegetales como clavos de mangle.

Estos espacios laborales generaban trabajo a más de medio centenar de montufareños. Hoy, estos talleres se han reducido a espacios pequeños y se han convertido únicamente en centros de reparación de zapatos.

En la capital montufareña aún recuerdan a Salvador Caicedo, Julio Cárdenas, Daniel Benalcázar, y César y Jorge Villota, quienes ya fallecieron, pero dejaron un legado en la elaboración del calzado.

También son identificados con este arte Oswaldo Oñate, Eloy Guerra, Carlos León, Luis Pilacuán, entre otros, quienes utilizaban finos cueros provenientes de Guano, Atuntaqui, Ambato y Cayambe.

Iván Caicedo, con 30 años de experiencia, mantiene esta tradición en las calles Montúfar entre Colón y García Moreno, en un pequeño local, donde más de un centenar de zapatos avejentados y en terapia intensiva esperan cambios de suelas, tacos o tapas.

Iván recuerda que sus tíos, Darío y Remigio Caicedo, años atrás producían hasta 200 pares semanales y brindaban trabajo a 12 obreros cada uno. Con nostalgia, dice que los tiempos han cambiado.

“La gente ahora prefiere comprar zapatos de origen colombiano, peruano y chino, que son baratos y de mala calidad”, agrega Caicedo, quien explica que no duran más de 15 días y luego son llevados a su taller.

Comenta que este trabajo ya no deja réditos económicos y únicamente alcanza un promedio de ingreso diario de entre ocho y 10 dólares. Ahora, él y contados zapateros que sobreviven de este quehacer, coinciden que ante la falta de clientes no trabajan a presión.

Rodeados de sus herramientas, máquinas e insumos que utilizan durante sus faenas diarias, los zapateros locales confían en que la gente al final retornará a estos lugares, donde un par de zapatos puede estar confeccionado en un día, satisfaciendo el gusto del cliente y con la garantía de materiales de calidad. (CMRV)