La entrevista

Mucha polémica han generado en nuestro país las entrevistas realizadas por el periodista de la cadena internacional CNN, Fernando Del Rincón, a algunos funcionarios del gobierno ecuatoriano, concretamente a los ministros María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán. Los políticos en general, y más aún cuando han accedido a un cargo público, tienen la obligación de atender a los medios de comunicación, de aceptar las críticas que se deriven de sus acciones u omisiones, pero aquello no les confiere ningún derecho a los periodistas para faltar el respeto a sus entrevistados, levantarles la voz, mostrarse prepotentes y altaneros, interrumpirles mientras intervienen, y menos aún suprimirles el audio, como afirma el señor Roldán que ocurrió en la entrevista que le realizó Del Rincón en esta semana. Grave también que un periodista no contraste ni verifique la información que va a ser difundida en sus programas, que utilice imágenes de hechos suscitados en otros países, y los muestre como si hubiesen ocurrido aquí en el Ecuador. No estoy afirmando que los entrevistadores deben ser pusilánimes o candorosos con sus entrevistados (también hay de esos, según los intereses y las circunstancias), pero la firmeza y la frontalidad no son incompatibles con el respeto y la buena educación. Tampoco estoy sosteniendo que no hayan existido errores en las autoridades gubernamentales y seccionales en el manejo de esta gravísima crisis, y sí molesta, y mucho, la información inexacta sobre el número de fallecidos a causa del coronavirus, con el consiguiente drama que aquello significa para los familiares. Llama mucho la atención eso sí la actitud del señor Del Rincón hacia nuestro país, como si solamente en el Ecuador se hubiesen presentado esas situaciones dramáticas, olvidándose que esta pandemia tomó por sorpresa a toda la humanidad, y ni siquiera los gobiernos de países más desarrollados han podido afrontarla con total eficiencia. No quisiera realizar afirmaciones que no me constan, pero sorprende la extraña coincidencia entre la virulencia del periodista aludido y las tácticas de un sector político ecuatoriano, interesado siempre en generar el caos.