Un año de gobierno

César Ullóa Tapia

Resultaría superficial evaluar el primer año del gobierno de Lenín Moreno con una nota del uno al 10, pues se correría el riesgo de desconocer y borrar la complejidad de cada dimensión, como la política, la economía, las relaciones internacionales y lo social. Cada una ha tenido su propia dinámica, aunque deberían estar articuladas para hablar de un todo que supera la suma de las partes y más bien sea un todo integral.

En lo político hubo hechos inusuales en la vida democrática como la de un vicepresidente sentenciado por corrupción y una consulta popular que abrieron las puertas a un contexto de transición, en donde los ortodoxos correístas no han dejado de dar batalla. Aquí también se incluye el paquete de reformas a la Ley Orgánica de Comunicación con el afán de desmontar el aparato ideológico.

Si bien no hay un Ejecutivo fuerte debido a su relación tirante con la Asamblea, sin embargo ha procesado los conflictos con mecanismos de democracia directa a través del diálogo y haber sintonizado con la población sin polarizar posturas. Algo que puso en jaque al Gobierno fue la incapacidad en el manejo del secuestro y asesinato de los periodistas y el posterior secuestro de una pareja en la frontera norte. Ahí, la administración demostró sus flancos débiles, pero trató de subsanar aquello con cambios en su equipo ministerial.

El “talón de Aquiles” para Moreno es la economía y eso lo evidencian tres ministros en esa cartera durante un año, la porosidad en el manejo de las cifras macroeconómicas, la conformación de un gabinete que mixtura ministros aperturistas y otros más heterodoxos. Parecería que el nombramiento del último ministro de Economía configura o, más bien dicho, le da cierta identidad a lo que busca el Gobierno.

En las relaciones exteriores es en donde peor le ha ido al Presidente, pues su falta de definición acerca de mantener o no relaciones con gobiernos autoritarios y dictaduras, Nicaragua y Venezuela, sienta un mal precedente, ya que un gobierno que se precia de democrático no podría avalar las actuaciones de Nicolás Maduro. En fin, entramos al segundo año y las expectativas siguen latientes en la población.

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