Brujos de los siglos XX y XXI

Manuel Castro

Los analistas políticos se dejan impresionar por los líderes autoritarios. Cuando Hitler anunció que el “Reich duraría mil años”, predijeron que Alemania conquistaría el mundo. Cuando terminó en 1945 la locura nazista, mientras se creaba las Naciones Unidas, anunciaron que la libertad era la nueva dueña del mundo, mientras Stalin hacía de las suyas en la URSS.

Vargas Llosa cuenta que él también confiaba en el comunismo, que las cosas andaban mal en la URSS, esta representaba el progreso y el desarrollo. Cuando visitó ese país y vio la realidad, citando un poema de Paul Eluard: “No existen las putas, los ladrones ni los curas”. Encontró era miseria, represión, borrachos tirados en la calle e indiferencia. Hasta los poetas meten sus ilustres patas.

Los analistas ensalzaron en 1959 y unos años más la revolución cubana, a Fidel, al Che, ejemplos de altas virtudes cívicas, hasta que abrieron los ojos, pero era ya tarde: la revolución dura sesenta años y Cuba es de los países más atrasados de América.

Con admiración miraron a Chávez en Venezuela, a pesar de que era un militar golpista. Pronto se convirtió en dueño de Bolívar, Venezuela y apóstol de la izquierda latinoamericana. Ideología que ha aumentado en ese país el hambre, la enfermedad y el éxodo de los venezolanos. Con timidez demandan un Maduro democrático, que es como exigir que los peces no naden.

Los izquierdistas olvidan que Carlos Marx se equivocó cuando, luego de un diagnóstico acertado de la sociedad (desigualdades, injusticias, explotación), dio como solución la lucha de clases (odio) en los países industrializados (se refería a Alemania). Y tal revolución proletaria se dio en la atrasada Rusia, que terminó en desastre en 1990. Las cosas no “suceden como uno quiere ni como uno teme”.

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