Es un crimen

Jorge Oviedo Rueda

El tema del desarrollo ha sido y seguirá siendo la principal preocupación de los gobiernos de todos los tiempos. La economía semifeudal que sobrevivió a la revolución alfarista pretendía sostener el desarrollo sobre los rezagos de la hacienda colonial, con innovaciones modernizantes para el sector privado como las llevadas a cabo por Galo Plaza Lasso.

En la década de los sesenta la famosa Alianza para el Progreso planteó la modernización de la agricultura pero puso el énfasis mayor en el desarrollo industrial. Desde entonces, en más de medio siglo, tenemos una economía atrofiada en ambos sectores, una industria dependiente y una agro-industria deforme y mal desarrollada.

Ha sido un crimen de los sucesivos gobiernos no haber hecho jamás un esfuerzo histórico por apoyar y fomentar el desarrollo agrícola. Hemos perseguido el sueño del progreso imaginando que podemos lograr desarrollarnos industrialmente. Más de medio siglo de fracasos debe servirnos para reconsiderar la ruta y pensar seriamente en nuestras posibilidades agrícolas. Lo histórico es volver a nuestra vocación milenaria por la agricultura. El desarrollismo es, a estas alturas, un fracaso comprobado.

Hoy hay un avance tecnológico colosal en el campo agrícola, que puede y debe ser aprovechado por un gobierno que piense en los intereses nacionales. Una reforma agraria profunda acabaría de un plumazo con el desempleo y nos convertiría, casi de forma instantánea, en un país exportador de productos agrícolas. Mercado nacional hay para nuestros productos y el mercado internacional se lo logra con una eficiente gestión diplomática.

Repito, es un crimen no ocuparnos de lo verdaderamente importante, es un crimen seguir insistiendo en fórmulas que sólo nos han traído miseria y dolor.

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