Empeñó el alma

Empeñó el alma y su determinación como prueba de existencia. Logró que su voluntad emerja y que el deseo vaya más allá de lo tangible. Con responsabilidad, entrega, valentía y arrojo se coronó como campeón de los 5.000 metros de marcha de los III Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires.

Óscar Patín, a sus 17 años, olvidó temores y convirtió los sentimientos negativos en acciones de triunfo para coronarse como el mejor. Un argumento acompañado de “enséñame y lo recuerdo” logró inspirar a 17 millones de ecuatorianos que lo vemos como ejemplo y más de uno se identifica con su proeza.

Ser objeto de inspiración es un pacto consigo mismo. El técnico Diego Heredia creyó en sus capacidades y voluntad, al abrirle las puertas de su hogar en Cuenca. La enseñanza estuvo en el experto y el aprendizaje en el joven. Por ochenta días debió abandonar a sus padres y hermanos en el bello paraje indígena de Las Cochas, Guaranda.

El camino fue largo, arduo, sinuoso y escabroso. Pero también interesante, enigmático y cautivador. Es la primera medalla de oro obtenida por un ecuatoriano en unos juegos olímpicos de la juventud.

Nacido en febrero del 2001, empezó como corredor de mil y dos mil metros, cuando su entrenador descubrió su potencial, motivándolo a incursionar en la marcha. Estuvo a 11 segundos de romper el récord de Jefferson Pérez. Sabía que no hay triunfo sin sacrificio.

A pesar de los distractores, a su corta edad, ve su vida como un compromiso a largo plazo, entiende que tiene futuro y que necesitará de herramientas que sólo la educación y el aprendizaje le proporcionarán. Sus padres y hermanos, puentes de amor, comprensión y sacrificio, son felices al comprobar que su hijo es un héroe del pueblo, cubierto con gloria.

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