Una retirada demorosa

Diego Cazar Baquero

La retirada de una generación que creyó dirigir al sector cultural como si se tratara de su hacienda tarda ya varios años. El pasado miércoles, en la Asamblea Nacional, comparecieron el saliente ministro de Cultura y Patrimonio, Raúl Pérez Torres, y el presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Camilo Restrepo, ante la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.

Los dos demostraron que su agenda no vela por el sector cultural sino por el feudo que ha sido durante décadas esa institución. A sus espaldas, un grupo de artistas mostraba carteles: “Más arte, menos burocracia”, “El teatro es mi profesión, es mi trabajo”. Y desde el final de la mesa, los directores de los núcleos de Manabí, Azuay y Tungurahua denunciaron que “la Sede Nacional sigue acaparando los recursos”, que se ha puesto “el patrimonio en riesgo”, y que se ha violado la Ley.

Pérez dijo que eso no le compete al Ministerio que él comandó. El segundo, mediante la mohosa perorata que alude al “amor por la patria” y a los “hombres de cultura”, exhibió un oficio del Ministerio de Economía y Finanzas en el que se había solicitado a Cultura la fórmula para asignar recursos. Pero, “al no recibir contestación alguna sobre los criterios técnicos”, los fijaron según las directrices para diseñar la reforma presupuestaria 2018. ¿Restrepo arrojó a su amigo Pérez a la cueva de los osos?

En la Ley y en el Reglamento hay una fórmula que –nos guste o no– debió cumplirse. Pero Pérez no la quiso acatar. Restrepo se quejó de que a la Casa le quitaron “ese nombre mágico, histórico de matriz, madre, útero” para que pase a ser “un órgano” del Ministerio. Dijo que “los Ruacs”, como llama a los inscritos, “son personas ajenas a la institución que podrían ser dirigentes a nivel nacional, como son lamentablemente los tres compañeros que están aquí presentes”.

Todo quedó claro: Pérez no llegó al Ministerio para ser ministro, sino para recuperar su hacienda. La misión de los dos amigos no tiene que ver con el sector cultural sino con su anacrónica forma de entenderlo.

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