Paro, respeto y zapatos

Sara Serrano Albuja

La mayor víctima del paro se llama respeto. Las interpretaciones sobre el paro pasan por alto el principio fundamental del respeto, base de la ética política y el cimiento de todo equilibrio y tejido social, convivencia y democracia posible. Las vidas y la seguridad de las personas fueron violentadas en este paro.

Algunas posiciones solo optan por justificar el delito o la violencia, bajo cualquier argumento doctrinario o de grupo, sin un ápice de autocrítica. Se parecen a los fundamentalismos. Se requiere una lectura política sin ocultamientos y sin evadir responsabilidades.

Quizás debemos volver a retomar esa frase del Kapuscinsky de ponernos en los zapatos del otro para contar la realidad. Hay varios actores en esta crisis, no solo el Gobierno y la Conaie. ¿Qué hay de los vecinos que sufrieron saqueos y ataques en los barrios o en sus locales, del patrimonio ecológico y material de Quito? ¿Qué hay de los heridos y sus familias, qué hay del archivo centenario que se destruyó en la Contraloría?

Muchos pobladores de Quito y otras ciudades, aliados en la lucha indígena, fueron agredidos. Muchos niños y mujeres indígenas sufrieron represión. No se puede pensar en la superioridad moral de un grupo, caucásico o indigenista o de cualquier color, para que su fin justifique sus medios. Eso es un oscurantismo impresentable, un retroceso histórico.

No se puede cuestionar los excesos violentos de los manifestantes, porque se es condenado como racista o morenista; tampoco la presencia de correístas en las marchas, porque es hacerle el juego a Moreno. No se puede mencionar a malos extranjeros, porque es ser xenófobo. Tampoco que había manifestantes pacíficos, porque se hace juego a los delincuentes. Si se menciona la represión brutal, se dirá que se aplaude al terror.

saraserranoalb2 @yahoo.com

Sara Serrano Albuja

La mayor víctima del paro se llama respeto. Las interpretaciones sobre el paro pasan por alto el principio fundamental del respeto, base de la ética política y el cimiento de todo equilibrio y tejido social, convivencia y democracia posible. Las vidas y la seguridad de las personas fueron violentadas en este paro.

Algunas posiciones solo optan por justificar el delito o la violencia, bajo cualquier argumento doctrinario o de grupo, sin un ápice de autocrítica. Se parecen a los fundamentalismos. Se requiere una lectura política sin ocultamientos y sin evadir responsabilidades.

Quizás debemos volver a retomar esa frase del Kapuscinsky de ponernos en los zapatos del otro para contar la realidad. Hay varios actores en esta crisis, no solo el Gobierno y la Conaie. ¿Qué hay de los vecinos que sufrieron saqueos y ataques en los barrios o en sus locales, del patrimonio ecológico y material de Quito? ¿Qué hay de los heridos y sus familias, qué hay del archivo centenario que se destruyó en la Contraloría?

Muchos pobladores de Quito y otras ciudades, aliados en la lucha indígena, fueron agredidos. Muchos niños y mujeres indígenas sufrieron represión. No se puede pensar en la superioridad moral de un grupo, caucásico o indigenista o de cualquier color, para que su fin justifique sus medios. Eso es un oscurantismo impresentable, un retroceso histórico.

No se puede cuestionar los excesos violentos de los manifestantes, porque se es condenado como racista o morenista; tampoco la presencia de correístas en las marchas, porque es hacerle el juego a Moreno. No se puede mencionar a malos extranjeros, porque es ser xenófobo. Tampoco que había manifestantes pacíficos, porque se hace juego a los delincuentes. Si se menciona la represión brutal, se dirá que se aplaude al terror.

saraserranoalb2 @yahoo.com

Sara Serrano Albuja

La mayor víctima del paro se llama respeto. Las interpretaciones sobre el paro pasan por alto el principio fundamental del respeto, base de la ética política y el cimiento de todo equilibrio y tejido social, convivencia y democracia posible. Las vidas y la seguridad de las personas fueron violentadas en este paro.

Algunas posiciones solo optan por justificar el delito o la violencia, bajo cualquier argumento doctrinario o de grupo, sin un ápice de autocrítica. Se parecen a los fundamentalismos. Se requiere una lectura política sin ocultamientos y sin evadir responsabilidades.

Quizás debemos volver a retomar esa frase del Kapuscinsky de ponernos en los zapatos del otro para contar la realidad. Hay varios actores en esta crisis, no solo el Gobierno y la Conaie. ¿Qué hay de los vecinos que sufrieron saqueos y ataques en los barrios o en sus locales, del patrimonio ecológico y material de Quito? ¿Qué hay de los heridos y sus familias, qué hay del archivo centenario que se destruyó en la Contraloría?

Muchos pobladores de Quito y otras ciudades, aliados en la lucha indígena, fueron agredidos. Muchos niños y mujeres indígenas sufrieron represión. No se puede pensar en la superioridad moral de un grupo, caucásico o indigenista o de cualquier color, para que su fin justifique sus medios. Eso es un oscurantismo impresentable, un retroceso histórico.

No se puede cuestionar los excesos violentos de los manifestantes, porque se es condenado como racista o morenista; tampoco la presencia de correístas en las marchas, porque es hacerle el juego a Moreno. No se puede mencionar a malos extranjeros, porque es ser xenófobo. Tampoco que había manifestantes pacíficos, porque se hace juego a los delincuentes. Si se menciona la represión brutal, se dirá que se aplaude al terror.

saraserranoalb2 @yahoo.com

Sara Serrano Albuja

La mayor víctima del paro se llama respeto. Las interpretaciones sobre el paro pasan por alto el principio fundamental del respeto, base de la ética política y el cimiento de todo equilibrio y tejido social, convivencia y democracia posible. Las vidas y la seguridad de las personas fueron violentadas en este paro.

Algunas posiciones solo optan por justificar el delito o la violencia, bajo cualquier argumento doctrinario o de grupo, sin un ápice de autocrítica. Se parecen a los fundamentalismos. Se requiere una lectura política sin ocultamientos y sin evadir responsabilidades.

Quizás debemos volver a retomar esa frase del Kapuscinsky de ponernos en los zapatos del otro para contar la realidad. Hay varios actores en esta crisis, no solo el Gobierno y la Conaie. ¿Qué hay de los vecinos que sufrieron saqueos y ataques en los barrios o en sus locales, del patrimonio ecológico y material de Quito? ¿Qué hay de los heridos y sus familias, qué hay del archivo centenario que se destruyó en la Contraloría?

Muchos pobladores de Quito y otras ciudades, aliados en la lucha indígena, fueron agredidos. Muchos niños y mujeres indígenas sufrieron represión. No se puede pensar en la superioridad moral de un grupo, caucásico o indigenista o de cualquier color, para que su fin justifique sus medios. Eso es un oscurantismo impresentable, un retroceso histórico.

No se puede cuestionar los excesos violentos de los manifestantes, porque se es condenado como racista o morenista; tampoco la presencia de correístas en las marchas, porque es hacerle el juego a Moreno. No se puede mencionar a malos extranjeros, porque es ser xenófobo. Tampoco que había manifestantes pacíficos, porque se hace juego a los delincuentes. Si se menciona la represión brutal, se dirá que se aplaude al terror.

saraserranoalb2 @yahoo.com