El problema de la indignación

Una mirada a América Latina prueba el enunciado de que indignarse e indignar es un objetivo político por excelencia. Grandes masas de pueblo cohesionadas por un desbordado descontento ante sus precarias condiciones de vida respecto a las de otros sectores de sus respectivas sociedades. Una misma impaciencia atraviesa al continente desde México hasta Chile, incluyendo a Ecuador.

Los líderes de esa corriente de masas tienen a las redes sociales no solo para comunicar órdenes de acciones a emprender, también el adoctrinamiento político y el entrenamiento, para la desinformación del adversario y la introducción entre sus filas el desconcierto, la idea de que es minoría y que carece de recursos para detener esa “ola revolucionaria”. Así sucedió en Ecuador durante el paro.

Nuestra renqueante democracia defiende el derecho a indignarse, pero esto implica que debe vigilarse que una indignación gobierne sobre las otras. Todas puedan asumirse en igualdad de condiciones. Un equilibrio muy débil entre nosotros. Indignarse y salir a la calle, ocupar locales y plazas, implica la responsabilidad de cuidar las normas vigentes.

Se investigan las líneas divisorias entre lo legal y lo ilegal de la indignación en esos 11 días en que el Estado se mostraba impotente para canalizarla y, peor aún, contenerla. Quienes movieron los hilos de la violencia sienten que la justicia se les acerca con determinación. Desde luego que con esto crece su enfado, pero también que las instituciones del Estado cumplen con la Constitución y las leyes.


El hombre no puede rehacerse a sí mismo sin sufrir, porque es a la vez el mármol y el escultor”. Alexis Carrel Médico francés (1873-1944)¿Cómo edificar una personalidad mejor, sino sobre las ruinas de la anterior?”. John Fowles Escritor inglés (1926-2005)

Una mirada a América Latina prueba el enunciado de que indignarse e indignar es un objetivo político por excelencia. Grandes masas de pueblo cohesionadas por un desbordado descontento ante sus precarias condiciones de vida respecto a las de otros sectores de sus respectivas sociedades. Una misma impaciencia atraviesa al continente desde México hasta Chile, incluyendo a Ecuador.

Los líderes de esa corriente de masas tienen a las redes sociales no solo para comunicar órdenes de acciones a emprender, también el adoctrinamiento político y el entrenamiento, para la desinformación del adversario y la introducción entre sus filas el desconcierto, la idea de que es minoría y que carece de recursos para detener esa “ola revolucionaria”. Así sucedió en Ecuador durante el paro.

Nuestra renqueante democracia defiende el derecho a indignarse, pero esto implica que debe vigilarse que una indignación gobierne sobre las otras. Todas puedan asumirse en igualdad de condiciones. Un equilibrio muy débil entre nosotros. Indignarse y salir a la calle, ocupar locales y plazas, implica la responsabilidad de cuidar las normas vigentes.

Se investigan las líneas divisorias entre lo legal y lo ilegal de la indignación en esos 11 días en que el Estado se mostraba impotente para canalizarla y, peor aún, contenerla. Quienes movieron los hilos de la violencia sienten que la justicia se les acerca con determinación. Desde luego que con esto crece su enfado, pero también que las instituciones del Estado cumplen con la Constitución y las leyes.


El hombre no puede rehacerse a sí mismo sin sufrir, porque es a la vez el mármol y el escultor”. Alexis Carrel Médico francés (1873-1944)¿Cómo edificar una personalidad mejor, sino sobre las ruinas de la anterior?”. John Fowles Escritor inglés (1926-2005)

Una mirada a América Latina prueba el enunciado de que indignarse e indignar es un objetivo político por excelencia. Grandes masas de pueblo cohesionadas por un desbordado descontento ante sus precarias condiciones de vida respecto a las de otros sectores de sus respectivas sociedades. Una misma impaciencia atraviesa al continente desde México hasta Chile, incluyendo a Ecuador.

Los líderes de esa corriente de masas tienen a las redes sociales no solo para comunicar órdenes de acciones a emprender, también el adoctrinamiento político y el entrenamiento, para la desinformación del adversario y la introducción entre sus filas el desconcierto, la idea de que es minoría y que carece de recursos para detener esa “ola revolucionaria”. Así sucedió en Ecuador durante el paro.

Nuestra renqueante democracia defiende el derecho a indignarse, pero esto implica que debe vigilarse que una indignación gobierne sobre las otras. Todas puedan asumirse en igualdad de condiciones. Un equilibrio muy débil entre nosotros. Indignarse y salir a la calle, ocupar locales y plazas, implica la responsabilidad de cuidar las normas vigentes.

Se investigan las líneas divisorias entre lo legal y lo ilegal de la indignación en esos 11 días en que el Estado se mostraba impotente para canalizarla y, peor aún, contenerla. Quienes movieron los hilos de la violencia sienten que la justicia se les acerca con determinación. Desde luego que con esto crece su enfado, pero también que las instituciones del Estado cumplen con la Constitución y las leyes.


El hombre no puede rehacerse a sí mismo sin sufrir, porque es a la vez el mármol y el escultor”. Alexis Carrel Médico francés (1873-1944)¿Cómo edificar una personalidad mejor, sino sobre las ruinas de la anterior?”. John Fowles Escritor inglés (1926-2005)

Una mirada a América Latina prueba el enunciado de que indignarse e indignar es un objetivo político por excelencia. Grandes masas de pueblo cohesionadas por un desbordado descontento ante sus precarias condiciones de vida respecto a las de otros sectores de sus respectivas sociedades. Una misma impaciencia atraviesa al continente desde México hasta Chile, incluyendo a Ecuador.

Los líderes de esa corriente de masas tienen a las redes sociales no solo para comunicar órdenes de acciones a emprender, también el adoctrinamiento político y el entrenamiento, para la desinformación del adversario y la introducción entre sus filas el desconcierto, la idea de que es minoría y que carece de recursos para detener esa “ola revolucionaria”. Así sucedió en Ecuador durante el paro.

Nuestra renqueante democracia defiende el derecho a indignarse, pero esto implica que debe vigilarse que una indignación gobierne sobre las otras. Todas puedan asumirse en igualdad de condiciones. Un equilibrio muy débil entre nosotros. Indignarse y salir a la calle, ocupar locales y plazas, implica la responsabilidad de cuidar las normas vigentes.

Se investigan las líneas divisorias entre lo legal y lo ilegal de la indignación en esos 11 días en que el Estado se mostraba impotente para canalizarla y, peor aún, contenerla. Quienes movieron los hilos de la violencia sienten que la justicia se les acerca con determinación. Desde luego que con esto crece su enfado, pero también que las instituciones del Estado cumplen con la Constitución y las leyes.


El hombre no puede rehacerse a sí mismo sin sufrir, porque es a la vez el mármol y el escultor”. Alexis Carrel Médico francés (1873-1944)¿Cómo edificar una personalidad mejor, sino sobre las ruinas de la anterior?”. John Fowles Escritor inglés (1926-2005)