Ni Dios ni Ley

Kléber Mantilla Cisneros

La fotografía actual del país no registra partidos políticos y ningún intermediador se duele con las causas populares pese a la sensación de aire menos tóxico después del paro de octubre. Una imagen sin candidatos, ni líderes o estrategas para las próximas elecciones y una atmósfera de fondo: viejas prácticas políticas, bajas pasiones, caudillismo añejo y poca legalidad de grupos sociales. Desde luego, hoy, ni el cinco veces candidato Álvaro Noboa se lanza sino que prefiere fundar un país llamado América, según su vesania.

Las tensiones se acumulan y enfrían. No hay salidas rápidas y precisas para un país endeudado y asaltado que necesita reconciliarse y trabajar. Este con un escenario futuro que exige impulsar grandes metas y objetivos comunes pero sin egoísmo.

Las alcaldías de Quito y Guayaquil, y otras similares, parecen ausentes y vacantes; sin remordimientos, preocupaciones ni propuestas. Siguen atadas al codón umbilical de las circunstancias. Nada aún sobre el abuso policial a ciudadanos y la políticas de multas, nada sobre la desacreditada Conaie en pausa, la nula inteligencia militar y esa violencia estructural heredada del correísmo.

No les importa ni la creciente estadística de femicidios ni la posible contaminación masiva que pudo provocar un artefacto radioactivo robado en la calle. Es difícil hallar líderes que enrumben ciudades despedazadas física y moralmente; y luego, tracen un imaginario institucional coherente sin dinero ni propaganda.

José Saramago, en El evangelio según Jesucristo, cree que hasta los dioses y redentores entran en presión cuando escasea la fe y la apariencia de El Pastor esconde la figura de diablo y de dios. Más si abunda la infamia, mentiras e intolerancia que encubren la poca gobernabilidad. Así, esta foto registra aún mucho populismo, la Policía de intimidación y escarmiento impura, las capturas diarias al narcotráfico por toneladas, la miseria de venezolanos movilizándose a ningún sitio y el proteccionismo indigenista visto desde la izquierda zombi sin respuestas al fracaso del correato morenista. En fin, se nos viene pronto otro duelo armado de vaqueros y seguimos sin Dios ni Ley.

[email protected]

Kléber Mantilla Cisneros

La fotografía actual del país no registra partidos políticos y ningún intermediador se duele con las causas populares pese a la sensación de aire menos tóxico después del paro de octubre. Una imagen sin candidatos, ni líderes o estrategas para las próximas elecciones y una atmósfera de fondo: viejas prácticas políticas, bajas pasiones, caudillismo añejo y poca legalidad de grupos sociales. Desde luego, hoy, ni el cinco veces candidato Álvaro Noboa se lanza sino que prefiere fundar un país llamado América, según su vesania.

Las tensiones se acumulan y enfrían. No hay salidas rápidas y precisas para un país endeudado y asaltado que necesita reconciliarse y trabajar. Este con un escenario futuro que exige impulsar grandes metas y objetivos comunes pero sin egoísmo.

Las alcaldías de Quito y Guayaquil, y otras similares, parecen ausentes y vacantes; sin remordimientos, preocupaciones ni propuestas. Siguen atadas al codón umbilical de las circunstancias. Nada aún sobre el abuso policial a ciudadanos y la políticas de multas, nada sobre la desacreditada Conaie en pausa, la nula inteligencia militar y esa violencia estructural heredada del correísmo.

No les importa ni la creciente estadística de femicidios ni la posible contaminación masiva que pudo provocar un artefacto radioactivo robado en la calle. Es difícil hallar líderes que enrumben ciudades despedazadas física y moralmente; y luego, tracen un imaginario institucional coherente sin dinero ni propaganda.

José Saramago, en El evangelio según Jesucristo, cree que hasta los dioses y redentores entran en presión cuando escasea la fe y la apariencia de El Pastor esconde la figura de diablo y de dios. Más si abunda la infamia, mentiras e intolerancia que encubren la poca gobernabilidad. Así, esta foto registra aún mucho populismo, la Policía de intimidación y escarmiento impura, las capturas diarias al narcotráfico por toneladas, la miseria de venezolanos movilizándose a ningún sitio y el proteccionismo indigenista visto desde la izquierda zombi sin respuestas al fracaso del correato morenista. En fin, se nos viene pronto otro duelo armado de vaqueros y seguimos sin Dios ni Ley.

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Kléber Mantilla Cisneros

La fotografía actual del país no registra partidos políticos y ningún intermediador se duele con las causas populares pese a la sensación de aire menos tóxico después del paro de octubre. Una imagen sin candidatos, ni líderes o estrategas para las próximas elecciones y una atmósfera de fondo: viejas prácticas políticas, bajas pasiones, caudillismo añejo y poca legalidad de grupos sociales. Desde luego, hoy, ni el cinco veces candidato Álvaro Noboa se lanza sino que prefiere fundar un país llamado América, según su vesania.

Las tensiones se acumulan y enfrían. No hay salidas rápidas y precisas para un país endeudado y asaltado que necesita reconciliarse y trabajar. Este con un escenario futuro que exige impulsar grandes metas y objetivos comunes pero sin egoísmo.

Las alcaldías de Quito y Guayaquil, y otras similares, parecen ausentes y vacantes; sin remordimientos, preocupaciones ni propuestas. Siguen atadas al codón umbilical de las circunstancias. Nada aún sobre el abuso policial a ciudadanos y la políticas de multas, nada sobre la desacreditada Conaie en pausa, la nula inteligencia militar y esa violencia estructural heredada del correísmo.

No les importa ni la creciente estadística de femicidios ni la posible contaminación masiva que pudo provocar un artefacto radioactivo robado en la calle. Es difícil hallar líderes que enrumben ciudades despedazadas física y moralmente; y luego, tracen un imaginario institucional coherente sin dinero ni propaganda.

José Saramago, en El evangelio según Jesucristo, cree que hasta los dioses y redentores entran en presión cuando escasea la fe y la apariencia de El Pastor esconde la figura de diablo y de dios. Más si abunda la infamia, mentiras e intolerancia que encubren la poca gobernabilidad. Así, esta foto registra aún mucho populismo, la Policía de intimidación y escarmiento impura, las capturas diarias al narcotráfico por toneladas, la miseria de venezolanos movilizándose a ningún sitio y el proteccionismo indigenista visto desde la izquierda zombi sin respuestas al fracaso del correato morenista. En fin, se nos viene pronto otro duelo armado de vaqueros y seguimos sin Dios ni Ley.

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Kléber Mantilla Cisneros

La fotografía actual del país no registra partidos políticos y ningún intermediador se duele con las causas populares pese a la sensación de aire menos tóxico después del paro de octubre. Una imagen sin candidatos, ni líderes o estrategas para las próximas elecciones y una atmósfera de fondo: viejas prácticas políticas, bajas pasiones, caudillismo añejo y poca legalidad de grupos sociales. Desde luego, hoy, ni el cinco veces candidato Álvaro Noboa se lanza sino que prefiere fundar un país llamado América, según su vesania.

Las tensiones se acumulan y enfrían. No hay salidas rápidas y precisas para un país endeudado y asaltado que necesita reconciliarse y trabajar. Este con un escenario futuro que exige impulsar grandes metas y objetivos comunes pero sin egoísmo.

Las alcaldías de Quito y Guayaquil, y otras similares, parecen ausentes y vacantes; sin remordimientos, preocupaciones ni propuestas. Siguen atadas al codón umbilical de las circunstancias. Nada aún sobre el abuso policial a ciudadanos y la políticas de multas, nada sobre la desacreditada Conaie en pausa, la nula inteligencia militar y esa violencia estructural heredada del correísmo.

No les importa ni la creciente estadística de femicidios ni la posible contaminación masiva que pudo provocar un artefacto radioactivo robado en la calle. Es difícil hallar líderes que enrumben ciudades despedazadas física y moralmente; y luego, tracen un imaginario institucional coherente sin dinero ni propaganda.

José Saramago, en El evangelio según Jesucristo, cree que hasta los dioses y redentores entran en presión cuando escasea la fe y la apariencia de El Pastor esconde la figura de diablo y de dios. Más si abunda la infamia, mentiras e intolerancia que encubren la poca gobernabilidad. Así, esta foto registra aún mucho populismo, la Policía de intimidación y escarmiento impura, las capturas diarias al narcotráfico por toneladas, la miseria de venezolanos movilizándose a ningún sitio y el proteccionismo indigenista visto desde la izquierda zombi sin respuestas al fracaso del correato morenista. En fin, se nos viene pronto otro duelo armado de vaqueros y seguimos sin Dios ni Ley.

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