El nuevo desorden mundial

Ugo Stornaiolo

No hay un nuevo orden mundial, sino un desorden. En Ecuador, un gobierno inmovilizado por indígenas y opositores, vive una encrucijada económica, mientras grupos políticos evitan cometer deslices preelectorales. En Chile, la protesta por la injusticia e inequidad social se vuelve vandálica (se destruyen iglesias, propiedad pública y privada), quitándole legitimidad, pese a las muertes y violaciones de derechos humanos. El gobierno de Ortega persigue opositores en Nicaragua y los sitia en una iglesia.

En Bolivia, el presidente y sus subrogantes renunciaron; se asiló en México, pero reclamó -por medio de sus violentos partidarios- retomar el poder. Ojalá el llamado a elecciones calme a ese país. En Colombia, el gobierno de Duque enfrentó, también, un violento paro por el descontento social, que no cesa.

En Argentina y Brasil, los indiciados por robar fondos públicos no solo captan la vicepresidencia (Cristina), sino que, alguno al dejar la cárcel, es político popular y anuncia que la lucha sigue (Lula). El presidente brasileño Bolsonaro, populista de derecha, afronta posibles brotes de violencia.

Maduro se aferra al poder y, para salir de la crisis, acepta la dolarización. La pregunta: si EE. UU. los bloquea, ¿de dónde obtendrían dinero? El México de López Obrador es guarida de políticos corruptos y hace poco por frenar a los carteles de la droga, mientras Trump anuncia que los declarará terroristas.

En EE. UU., un presidente es juzgado por interferir en la política de otro país (Ucrania). Un candidato demócrata, declarado gay, puede suceder a Trump. Gran Bretaña tiene dudas por el Brexit y en Francia reaparecen los chalecos amarillos y protestan contra Macron. España insiste en formar un gobierno socialista con los chavistas de Podemos. Cataluña insiste en su separatismo. En Medio Oriente, Israel se enfrenta con fuerzas islámicas y se lanzan misiles.

Decisiones de gobiernos, de cualquier ideología, motivan que iracundos ciudadanos cometan desmanes y violencia. La pretensión del nuevo orden mundial es el desorden de sociedades cansadas de los políticos. Y ese es caldo de cultivo para que rebrote cualquier tipo de populismo o autoritarismo…

[email protected]

Ugo Stornaiolo

No hay un nuevo orden mundial, sino un desorden. En Ecuador, un gobierno inmovilizado por indígenas y opositores, vive una encrucijada económica, mientras grupos políticos evitan cometer deslices preelectorales. En Chile, la protesta por la injusticia e inequidad social se vuelve vandálica (se destruyen iglesias, propiedad pública y privada), quitándole legitimidad, pese a las muertes y violaciones de derechos humanos. El gobierno de Ortega persigue opositores en Nicaragua y los sitia en una iglesia.

En Bolivia, el presidente y sus subrogantes renunciaron; se asiló en México, pero reclamó -por medio de sus violentos partidarios- retomar el poder. Ojalá el llamado a elecciones calme a ese país. En Colombia, el gobierno de Duque enfrentó, también, un violento paro por el descontento social, que no cesa.

En Argentina y Brasil, los indiciados por robar fondos públicos no solo captan la vicepresidencia (Cristina), sino que, alguno al dejar la cárcel, es político popular y anuncia que la lucha sigue (Lula). El presidente brasileño Bolsonaro, populista de derecha, afronta posibles brotes de violencia.

Maduro se aferra al poder y, para salir de la crisis, acepta la dolarización. La pregunta: si EE. UU. los bloquea, ¿de dónde obtendrían dinero? El México de López Obrador es guarida de políticos corruptos y hace poco por frenar a los carteles de la droga, mientras Trump anuncia que los declarará terroristas.

En EE. UU., un presidente es juzgado por interferir en la política de otro país (Ucrania). Un candidato demócrata, declarado gay, puede suceder a Trump. Gran Bretaña tiene dudas por el Brexit y en Francia reaparecen los chalecos amarillos y protestan contra Macron. España insiste en formar un gobierno socialista con los chavistas de Podemos. Cataluña insiste en su separatismo. En Medio Oriente, Israel se enfrenta con fuerzas islámicas y se lanzan misiles.

Decisiones de gobiernos, de cualquier ideología, motivan que iracundos ciudadanos cometan desmanes y violencia. La pretensión del nuevo orden mundial es el desorden de sociedades cansadas de los políticos. Y ese es caldo de cultivo para que rebrote cualquier tipo de populismo o autoritarismo…

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Ugo Stornaiolo

No hay un nuevo orden mundial, sino un desorden. En Ecuador, un gobierno inmovilizado por indígenas y opositores, vive una encrucijada económica, mientras grupos políticos evitan cometer deslices preelectorales. En Chile, la protesta por la injusticia e inequidad social se vuelve vandálica (se destruyen iglesias, propiedad pública y privada), quitándole legitimidad, pese a las muertes y violaciones de derechos humanos. El gobierno de Ortega persigue opositores en Nicaragua y los sitia en una iglesia.

En Bolivia, el presidente y sus subrogantes renunciaron; se asiló en México, pero reclamó -por medio de sus violentos partidarios- retomar el poder. Ojalá el llamado a elecciones calme a ese país. En Colombia, el gobierno de Duque enfrentó, también, un violento paro por el descontento social, que no cesa.

En Argentina y Brasil, los indiciados por robar fondos públicos no solo captan la vicepresidencia (Cristina), sino que, alguno al dejar la cárcel, es político popular y anuncia que la lucha sigue (Lula). El presidente brasileño Bolsonaro, populista de derecha, afronta posibles brotes de violencia.

Maduro se aferra al poder y, para salir de la crisis, acepta la dolarización. La pregunta: si EE. UU. los bloquea, ¿de dónde obtendrían dinero? El México de López Obrador es guarida de políticos corruptos y hace poco por frenar a los carteles de la droga, mientras Trump anuncia que los declarará terroristas.

En EE. UU., un presidente es juzgado por interferir en la política de otro país (Ucrania). Un candidato demócrata, declarado gay, puede suceder a Trump. Gran Bretaña tiene dudas por el Brexit y en Francia reaparecen los chalecos amarillos y protestan contra Macron. España insiste en formar un gobierno socialista con los chavistas de Podemos. Cataluña insiste en su separatismo. En Medio Oriente, Israel se enfrenta con fuerzas islámicas y se lanzan misiles.

Decisiones de gobiernos, de cualquier ideología, motivan que iracundos ciudadanos cometan desmanes y violencia. La pretensión del nuevo orden mundial es el desorden de sociedades cansadas de los políticos. Y ese es caldo de cultivo para que rebrote cualquier tipo de populismo o autoritarismo…

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Ugo Stornaiolo

No hay un nuevo orden mundial, sino un desorden. En Ecuador, un gobierno inmovilizado por indígenas y opositores, vive una encrucijada económica, mientras grupos políticos evitan cometer deslices preelectorales. En Chile, la protesta por la injusticia e inequidad social se vuelve vandálica (se destruyen iglesias, propiedad pública y privada), quitándole legitimidad, pese a las muertes y violaciones de derechos humanos. El gobierno de Ortega persigue opositores en Nicaragua y los sitia en una iglesia.

En Bolivia, el presidente y sus subrogantes renunciaron; se asiló en México, pero reclamó -por medio de sus violentos partidarios- retomar el poder. Ojalá el llamado a elecciones calme a ese país. En Colombia, el gobierno de Duque enfrentó, también, un violento paro por el descontento social, que no cesa.

En Argentina y Brasil, los indiciados por robar fondos públicos no solo captan la vicepresidencia (Cristina), sino que, alguno al dejar la cárcel, es político popular y anuncia que la lucha sigue (Lula). El presidente brasileño Bolsonaro, populista de derecha, afronta posibles brotes de violencia.

Maduro se aferra al poder y, para salir de la crisis, acepta la dolarización. La pregunta: si EE. UU. los bloquea, ¿de dónde obtendrían dinero? El México de López Obrador es guarida de políticos corruptos y hace poco por frenar a los carteles de la droga, mientras Trump anuncia que los declarará terroristas.

En EE. UU., un presidente es juzgado por interferir en la política de otro país (Ucrania). Un candidato demócrata, declarado gay, puede suceder a Trump. Gran Bretaña tiene dudas por el Brexit y en Francia reaparecen los chalecos amarillos y protestan contra Macron. España insiste en formar un gobierno socialista con los chavistas de Podemos. Cataluña insiste en su separatismo. En Medio Oriente, Israel se enfrenta con fuerzas islámicas y se lanzan misiles.

Decisiones de gobiernos, de cualquier ideología, motivan que iracundos ciudadanos cometan desmanes y violencia. La pretensión del nuevo orden mundial es el desorden de sociedades cansadas de los políticos. Y ese es caldo de cultivo para que rebrote cualquier tipo de populismo o autoritarismo…

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