La salud, ¿una caridad?

Pablo Izquierdo Pinos

Resignados por la calidad de los servicios de salud y frente a un Estado ineficiente para proveerlos, los ecuatorianos buscamos otro “seguro” privado, pero obligados seguimos aportando al “social” y con nuestros impuestos financiamos también una “salud pública” gratuita, que no lo es. La burocracia dorada convencidos de que el sistema que ellos diseñan y administran no es bueno, eligen para sí y su familia la atención en Miami.

Los pobres: rehenes de un Estado mediocre y clientelar que los atiende como un acto de caridad. A nadie sorprende que quienes interpretan la salud como una dádiva, impávidos firman convenios con fundaciones y ONGs para que “den operando” labio leporino a niños que -como San Francisco- besan para la foto. O que una madre organice un “hornado solidario” para juntar plata y tratar la anemia aplástica de su hija en Colombia, en la Tv pasan su número de cuenta. En los noticieros: Buque Hospital de la Armada de EE.UU. atiende una larga fila de Esmeraldeños y Manabitas: Conejillos de Indias.

La atención en ferias, brigadas, carpas, y pisos de tierra no es salud. Es la forma más degradante del populismo y asistencialismo sanitario, deforma la relación médico-paciente y rompe la esencia de “ser humano”. Los pacientes sin dinero, influencias o padrinos son prácticamente desplazados de las “casas de salud” en donde de sufrir diarias indignidades: horas de espera en salas atestadas (ahora con migrantes), colas interminables, ventanillas agresivas y una pobre atención. Pasan a recibir la beneficencia “en territorio”.

Como los ricos no van a las carpas, esta desigualdad profundiza las diferencias de acceso y calidad, en perjuicio de los que menos tienen, reforzando la idea de hospitales para pobres. Las consecuencias previsibles: derroche, emergencias con más enfermos y el (i) responsable de estas políticas fallidas, candidato seguro o consultor internacional en salud. Decía Eduardo Galeano: “La caridad –en salud- es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.

[email protected]

Pablo Izquierdo Pinos

Resignados por la calidad de los servicios de salud y frente a un Estado ineficiente para proveerlos, los ecuatorianos buscamos otro “seguro” privado, pero obligados seguimos aportando al “social” y con nuestros impuestos financiamos también una “salud pública” gratuita, que no lo es. La burocracia dorada convencidos de que el sistema que ellos diseñan y administran no es bueno, eligen para sí y su familia la atención en Miami.

Los pobres: rehenes de un Estado mediocre y clientelar que los atiende como un acto de caridad. A nadie sorprende que quienes interpretan la salud como una dádiva, impávidos firman convenios con fundaciones y ONGs para que “den operando” labio leporino a niños que -como San Francisco- besan para la foto. O que una madre organice un “hornado solidario” para juntar plata y tratar la anemia aplástica de su hija en Colombia, en la Tv pasan su número de cuenta. En los noticieros: Buque Hospital de la Armada de EE.UU. atiende una larga fila de Esmeraldeños y Manabitas: Conejillos de Indias.

La atención en ferias, brigadas, carpas, y pisos de tierra no es salud. Es la forma más degradante del populismo y asistencialismo sanitario, deforma la relación médico-paciente y rompe la esencia de “ser humano”. Los pacientes sin dinero, influencias o padrinos son prácticamente desplazados de las “casas de salud” en donde de sufrir diarias indignidades: horas de espera en salas atestadas (ahora con migrantes), colas interminables, ventanillas agresivas y una pobre atención. Pasan a recibir la beneficencia “en territorio”.

Como los ricos no van a las carpas, esta desigualdad profundiza las diferencias de acceso y calidad, en perjuicio de los que menos tienen, reforzando la idea de hospitales para pobres. Las consecuencias previsibles: derroche, emergencias con más enfermos y el (i) responsable de estas políticas fallidas, candidato seguro o consultor internacional en salud. Decía Eduardo Galeano: “La caridad –en salud- es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.

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Pablo Izquierdo Pinos

Resignados por la calidad de los servicios de salud y frente a un Estado ineficiente para proveerlos, los ecuatorianos buscamos otro “seguro” privado, pero obligados seguimos aportando al “social” y con nuestros impuestos financiamos también una “salud pública” gratuita, que no lo es. La burocracia dorada convencidos de que el sistema que ellos diseñan y administran no es bueno, eligen para sí y su familia la atención en Miami.

Los pobres: rehenes de un Estado mediocre y clientelar que los atiende como un acto de caridad. A nadie sorprende que quienes interpretan la salud como una dádiva, impávidos firman convenios con fundaciones y ONGs para que “den operando” labio leporino a niños que -como San Francisco- besan para la foto. O que una madre organice un “hornado solidario” para juntar plata y tratar la anemia aplástica de su hija en Colombia, en la Tv pasan su número de cuenta. En los noticieros: Buque Hospital de la Armada de EE.UU. atiende una larga fila de Esmeraldeños y Manabitas: Conejillos de Indias.

La atención en ferias, brigadas, carpas, y pisos de tierra no es salud. Es la forma más degradante del populismo y asistencialismo sanitario, deforma la relación médico-paciente y rompe la esencia de “ser humano”. Los pacientes sin dinero, influencias o padrinos son prácticamente desplazados de las “casas de salud” en donde de sufrir diarias indignidades: horas de espera en salas atestadas (ahora con migrantes), colas interminables, ventanillas agresivas y una pobre atención. Pasan a recibir la beneficencia “en territorio”.

Como los ricos no van a las carpas, esta desigualdad profundiza las diferencias de acceso y calidad, en perjuicio de los que menos tienen, reforzando la idea de hospitales para pobres. Las consecuencias previsibles: derroche, emergencias con más enfermos y el (i) responsable de estas políticas fallidas, candidato seguro o consultor internacional en salud. Decía Eduardo Galeano: “La caridad –en salud- es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.

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Pablo Izquierdo Pinos

Resignados por la calidad de los servicios de salud y frente a un Estado ineficiente para proveerlos, los ecuatorianos buscamos otro “seguro” privado, pero obligados seguimos aportando al “social” y con nuestros impuestos financiamos también una “salud pública” gratuita, que no lo es. La burocracia dorada convencidos de que el sistema que ellos diseñan y administran no es bueno, eligen para sí y su familia la atención en Miami.

Los pobres: rehenes de un Estado mediocre y clientelar que los atiende como un acto de caridad. A nadie sorprende que quienes interpretan la salud como una dádiva, impávidos firman convenios con fundaciones y ONGs para que “den operando” labio leporino a niños que -como San Francisco- besan para la foto. O que una madre organice un “hornado solidario” para juntar plata y tratar la anemia aplástica de su hija en Colombia, en la Tv pasan su número de cuenta. En los noticieros: Buque Hospital de la Armada de EE.UU. atiende una larga fila de Esmeraldeños y Manabitas: Conejillos de Indias.

La atención en ferias, brigadas, carpas, y pisos de tierra no es salud. Es la forma más degradante del populismo y asistencialismo sanitario, deforma la relación médico-paciente y rompe la esencia de “ser humano”. Los pacientes sin dinero, influencias o padrinos son prácticamente desplazados de las “casas de salud” en donde de sufrir diarias indignidades: horas de espera en salas atestadas (ahora con migrantes), colas interminables, ventanillas agresivas y una pobre atención. Pasan a recibir la beneficencia “en territorio”.

Como los ricos no van a las carpas, esta desigualdad profundiza las diferencias de acceso y calidad, en perjuicio de los que menos tienen, reforzando la idea de hospitales para pobres. Las consecuencias previsibles: derroche, emergencias con más enfermos y el (i) responsable de estas políticas fallidas, candidato seguro o consultor internacional en salud. Decía Eduardo Galeano: “La caridad –en salud- es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.

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