Paz y ciudadanía

Jaime Vintimilla

Gracias a una gentil invitación de la ‘Escuela de Justicia Comunitaria’ de la Universidad Nacional de Colombia ha sido posible visitar los Departamentos de Arauca y Santander. En el primero se llevó a cabo un programa encaminado a la construcción de ciudadanía para la paz y la reconciliación donde después de un proceso de un año de formación se incorporaron casi 200 conciliadores en equidad.

El desafío más grande de estos operadores “nacidos de las entrañas de la sociedad y no de nombramientos públicos” ha sido trabajar en una zona donde por la incursión armada se impuso un lenguaje de violencia que generó la ausencia o debilidad del Estado. El resultado positivo del surgimiento de conciliadores en equidad permitió el aparecimiento de nuevos liderazgos, que se transformaron en actores claves orientados a resolver problemas desde el restablecimiento del respeto del otro y desde una visión de justicia cercana, no centrada en el castigo sino en la defensa de dos importantes valores para la convivencia: la paz y la reconciliación.

Estas personas han sido operadores de paz. Colmaron el vacío de institucionalidad cuando la resiliencia parecía que cedía espacio frente al miedo y la desesperanza. Su beneficio mayor ha sido la construcción de una “justicia emancipadora” donde la inclusión ha propiciado procesos de limitación del poder devastador de la violencia, donde los ciudadanos han demostrado que pueden ser capaces no solo de cambiar escenarios sino de convertir en realidad muchos derechos que antes se consideraban inalcanzables como el acceso plural a la justicia y el protagonismo ciudadano en la construcción de un nuevo sistema de transformación de conflictos que permite la coordinación permanente entre jueces y conciliadores que conforman un engranaje en permanente movimiento y adaptación constante.

Lo más inspirador es que se devuelve al ciudadano la posibilidad de construir una justicia comprometida con la obtención de los fines que persiguen los distintos sistemas normativos vigentes. Por eso podremos decir que ¡Arauca es potencia de paz!

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