Entre aviones y carretas

Byron Burbano Moreno

El Tema del aeropuerto de Latacunga tiene larga historia. Es como otro de los grandes proyectos que tuvo la provincia de Cotopaxi en favor no solo de ella sino del centro del país: la vía Salcedo-Tena, que se archivó definitivamente ante la imposibilidad física y financiera que no permite la ejecución de la obra. Otros como la Cementos Cotopaxi, el Proyecto multipropósitos Chalupas, la vía Manta-La Maná-Pujilí-Latacunga-Manaos, están sobre el tapete “analizándose” desde hace años su ejecución y financiamiento.

En el caso del aeropuerto de Latacunga, la situación es diferente. La obra está realizada, la inversión la cubrió el Estado, las bondades técnicas y climatológicas son altamente favorables; mejores que Tababela o cualquier otro aeropuerto del país. Lamentablemente el uso del aeropuerto es mínimo porque, presumiblemente, están impidiendo su funcionamiento una asociación de floricultores del Norte de Quito, Quiport, el Municipio de Quito y otras extrañas y misteriosas fuerzas que estarían influyendo para que no opere y que, de ser del caso, habría que descubrirlas y denunciarlas.

El inicio del nuevo Gobierno coincidió con el cese de operaciones de una empresa que realizaba transporte de carga a Europa desde hace muchos años, sin dificultades ni novedades conocidas, la suspensión de vuelos con servicio de pasajeros de la empresa TAME, las dificultades y trabas burocráticas para obtener el permiso de operaciones aéreas, los costos de embarque y, principalmente, la ineficiencia de las autoridades de Latacunga y la provincia que no han podido estructurar una propuesta clara ni liderar el proyecto en el centro del país, habiéndose perdido tiempo, recursos e interés.

Ante la lamentable situación que atravesamos, debemos asirnos desesperadamente al señor Presidente de la República, al Gobernador de Cotopaxi, quienes han manifestado que el aeropuerto no se cierra, han llegado autoridades de alto nivel a tratar el tema en Latacunga, que debe contar con el total respaldo ciudadano, para evitar que volvamos a movilizarnos entre carros y carretas, como quieren retrógrados que no soportan el mundanal ruido del progreso.