Joaquín Galdós soñó el toreo al pie del Chimborazo

Temple. Galdós conduce con la muleta a ‘Lagartijo’ de Campo Bravo. (Foto: Andrea Grijalva)
Temple. Galdós conduce con la muleta a ‘Lagartijo’ de Campo Bravo. (Foto: Andrea Grijalva)
Temple. Galdós conduce con la muleta a ‘Lagartijo’ de Campo Bravo. (Foto: Andrea Grijalva)
Temple. Galdós conduce con la muleta a ‘Lagartijo’ de Campo Bravo. (Foto: Andrea Grijalva)

El joven torero peruano fue declarado triunfador de la feria Señor del Buen Suceso.

Por Santiago Aguilar

La notable condición de un toro de Campo Bravo y la torería de Joaquín Galdós se conjuntaron en un memorable episodio taurino escenificado en el ruedo de la plaza de Toros Raúl Dávalos de Riobamba, en el marco de la segunda corrida de la Feria del Señor del Buen Suceso.

Apenas apareció en el ruedo, ‘Lagartijo’ ya avisó de su condición de toro bravo desde su perfecta hechura, su emocionante acometividad y, claro está, la nobleza con que tomó los engaños en medio centenar de humilladas embestidas aprovechadas por el torero limeño, quien vivió una noche de ensueño al bordar el toreo al pie del Chimborazo.

Al abrirse de capote, Galdós dejó la planta quieta en seis estupendas verónicas; a la hora del quite, a un puñado de ceñidas chicuelinas cerró con la alegoría de la serpentina.

Con la parroquia predispuesta, el torero inició su quehacer con la muleta llevándose al toro hacia los medios para dibujar tres series de derechazos que tuvieron el mérito del temple y la virtud del trazo, que confirmaron los atributos de la res. En el mismo terreno tomó el engaño con la izquierda para deletrear el natural en profundas series con la mano muy baja que desencadenaron el clamor popular.

Al promediar la faena, intercaló las series con lentos remates; cambios de mano, pases de la firma y trincheras en medio de la banda sonora de los sentidos olés que llegaron desde la grada.

La faena se cerró con personal de pie volcado al reclamo del indulto finalmente concedido, al tiempo que el palco extendía las dos orejas y el rabo como premio cabal a una obra inolvidable.

En el segundo de su lote Galdós buscó puntuar otra vez; sin embargo, un deslucido oponente contrarió sus afanes.

El torero español José Garrido sorteó un lote complicado. Con su parado primero perseveró para extraer, uno a uno, muletazos aislados obtenidos con paciencia finalmente apreciados por el público. Con el quinto, la cosa convaleció desde la larga cambiada inicial, las chicuelinas dieron forma al quite y el toreo de máximas cercanías que le permitió conseguir una meritoria oreja.

El ecuatoriano Álvaro Samper apeló a su oficio ante un rival suelto que buscó las tablas; a partir de la voluntad surgieron derechazos de fuste que valieron la ovación final. Con el cuarto, el saludo con el capote tuvo compostura y con la tela roja su tarea bajó de tono como las prestaciones de su oponente. Al término de la corrida, se declaró triunfador de la feria al torero peruano Joaquín Galdós y al ganadero de Campo Bravo por la lidia del gran ‘Lagartijo’.