Ricardo Viera Navarrete
Utilizando el cuento de Charles Dickens, realicemos el siguiente recorrido. En estas fechas un fantasma de navidades pasadas suele visitarnos, vive en nuestra memoria y nos hace recordar aquella noche buena que íbamos a la casa de los abuelos, a la que también llegaban todas/os las/os tías/os con sus hijas/os, reíamos, corríamos y jugábamos hasta que nuestros padres nos llamaban a comer (en una sola mesa) una cena preparada por todos; a veces había regalos y a veces no, más no era lo más importante, ya que todos estábamos juntos y éramos muchos, no faltaba con quien jugar, ni tampoco comida y golosinas.
El fantasma de las navidades presentes nos hace sobrevolar un centro comercial repleto de desconocidos, todos ríen pero solo frente a un celular, luego vuelven a caminar apurados sin ver a la persona que se encuentra a su lado, el valor más preciado es comprar lo último, lo que está a la moda. La familia aún se reúne, los mayores aún conversan, las/os hijas/os que ya son adultos lo hacen poco o al menos no conversan con quien está frente a ellas/os, sino con muchos a través de un celular; la comida ya no es la mejor del año, sino una más entre otros compromisos, eso sí, habrá muchos regalos, tan caros como ofrezcan suplir nuestra presencia con nuestras/os hijas/os.
El fantasma de las navidades futuras nos presenta departamentos pequeños, lujosos y vacíos, ya no hay cena sino una breve videoconferencia, no hay reunión sino viajes para estar solo o con una relación instantánea, hay regalos para sí mismo de objetos que urge comprar y que nunca se utilizarán; la familia tiene pocos integrantes y casi ningún contacto. Ojalá al igual que Scrooge, podamos despertar y descubrir que era una pesadilla y que está en nuestra manos el que no se convierta en realidad.