Violencia e hipocresía

RICARDO VIERA NAVARRETE

Alguien te insulta, amenaza con hacerte daño, está armado, te somete físicamente, siente que tiene poder sobre ti, sobre tu libertad, tus decisiones, tu cuerpo, todo. Sientes miedo, quieres pedir ayuda pero no puedes, en quien confiabas es quien te agrede, te sientes impotente, pero luchas desde lo poco que tienes, desde tus lágrimas, apretar de labios, respiración, resistes, preguntas porqué, exiges y a la vez suplicas, no importa, solo quieres libertad y respeto. Tú escogiste estar ahí, pero no elegiste que te agredieran. Ese alguien no escucha (tus súplicas o gritos), no entiende (tu dolor), no se detiene (daña).

En estos últimos días conocimos los casos de Martha y Diana Carolina, y muy posiblemente este corto relato pueda aproximarse mínimamente a su dolor, pero cuando lo escribía pensaba –además- en un tercer caso al que le son aplicables las mismas condiciones de relación de poder, dominación, agresión, dolor, angustia, humillación, por tanto de violencia.

Sin embargo, en los dos primeros casos y el tercero existe una diferencia, los primeros generaron mayoritariamente empatía, apoyo, exigencia de justicia y responsabilidad social, más en el tercero, principalmente existe apatía y aceptación.

Vuelva a leer las primeras líneas y cuando termine, imagine también a muchas personas armadas con piedras, que insultan y persiguen, que agreden con puños y patadas, que ingresan por la fuerza a hogares de familias compuestas por niñas, niños, adultos mayores, hombres y mujeres indefensos. Estas personas sustentan su poder en la muchedumbre, en una cedula de ciudadanía, en el haber nacido unos kilómetros más acá.

Es una contradicción o simplemente hipocresía, el defender que se lucha contra la violencia a través de la violencia, es fácil y a la vez ruin trasladar responsabilidades a otros que se encuentran en vulnerabilidad, ¿qué diferencia a unos agresores de otros?, básicamente, su nacionalidad.