No quiero que me elijas para toda la vida

RICARDO VIERA NAVARRETE

Y mientras revisaba en el pasillo los deberes siempre incumplidos, la vi a ella, caminaba firme, miraba de frente, su cabello era lacio y largo, llevaba jean y una blusa beige, mientras se acercaba se veía más alta, sabía que había gente alrededor, pero a la vez solo era ella; la tranquilidad del que observa de lejos se convirtió en el nerviosismo del tímido e inexperto cuando se dirigió directamente a mí y preguntó: ¿dónde queda tercero “A” de derecho?, el cerebro funcionaba pero la voz no, estaba atrapado en un cuerpo inmóvil que con mucha dificultad alzo un brazo y apunto al curso del frente, que era el mío. Seis años y medio después nos casamos, y de aquello ya diez años.

Al igual que en mi vida, pero de infinitas formas diferentes, las personas nos conocemos, enamoramos y prometemos amarnos por siempre, pero esa última parte suele ser “algo” más complicada. La sociedad ha insertado en nuestro ideal el concepto “vivieron felices por siempre”, como la antesala de un gran final, pero al contrario, el compromiso es el inicio de un camino, en el que debemos aprender a cuidar sin limitar, apoyar sin imponer, convivir sin perder autonomía y amar desde la libertad.

No se puede amar y esperar siempre tener la razón, muchas veces es más importante comprender que acertar. No se puede amar como una obligación de por vida ya que se puede convertir en una exigencia, hay que amar a cada momento como una decisión permanente que se refuerza con los hechos. El acto más puro de amor es procurar la libertad de quien amas, ayudarla/o a construir sus alas para volar alto y lejos, si lo haces honestamente volaras igual de fuerte. Por eso, no quiero que me elijas por una sola vez y para toda la vida, prefiero que me elijas millones de veces, todos los días y luego volemos juntos con nuestras hijas.