La sombra de la sospecha

Mariana Velasco

Los círculos del poder son, para la mayoría de nosotros, un mundo inaccesible y por lo tanto, desconocido. Sin embargo, esa información o secretos que los dirigentes del mundo se toman tantas molestias para ocultar, en ocasiones se filtra al resto de los mortales. Lo vivimos con el caso WikiLeaks (que provocó la primera guerra cibernética de la información) o, el caso de ciber espionaje desvelado por el ex- agente de la CIA, Edward Snowden.

El privilegio de la privacidad, está a punto de ser cosa del pasado. El espionaje, que parecía hace pocos años de ciencia ficción, hoy es realidad y en un futuro cercano esta tecnología y otras estarán al alcance del público en general. Por tanto, el balance entre lo público y lo privado, es precario.

Fue el turno de la presidenta de la Asamblea Nacional, Elizabeth Cabezas. Desde su celular, el país, atónito, escuchó el” leguaje florido” de cómo los socialcristianos se aprestaban a apoyar la investigación de la denuncia de corrupción contra el presidente Lenin Moreno y familia. En septiembre 2017, el propio mandatario, denunció la presencia de una cámara de video oculta en el despacho presidencial.

Pensamos que las prácticas de espionaje eran historia al no existir la Senain. La justicia debe actuar basada en los hechos y los pasos que ésta haga pueden ser determinantes, si es que no intenta archivar la causa con el argumento de falta de pruebas y de indicios de delito en el hecho denunciado.

El Código Orgánico Integral Penal (COIP) establece que la persona qué sin orden judicial previa, intercepte, escuche, desvíe, grabe u observe con la finalidad de obtener información, será sancionada de tres a cinco años con pena privativa de libertad.

Como en cualquier régimen democrático, los gobiernos realizan actividades de inteligencia para investigar a criminales y terroristas. Sin pertenecer a la categoría: políticos, defensores de derechos humanos, periodistas, activistas anticorrupción y opositores a los regímenes de turno, saben qué, ‘hackeos’ personalizados en celulares, mensajes diseñados y esparcir miedo, son algunas herramientas del espionaje. Sin embargo, no hay pruebas definitivas de quiénes son los responsables.

No a la sociedad deshumanizada, en la que hombres y mujeres deambulan en una ciudad gris; zombis que obedecen sin chistar; seres humanos cuya libertad ha sido anulada y su intimidad sometida a estricta vigilancia. Todos sabemos que es cuestión de límites.

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