Son tan inquietos…

RICARDO VIERA NAVARRETE

En estas vacaciones nos dimos cuenta que son tan inquietos. No pueden estar tranquilos un momento, todo el tiempo se mueven de aquí para allá, no logran sentarse en la mesa y compartir una anécdota graciosa mientras disfrutan una comida hecha en casa, su hogar no es interesante, deben salir a un centro comercial y ver lo que todos ven, hacer lo que todos hacen, jugar en un parque no es divertido, las hiervas pican, el sol quema, el viento da frío, que puede haber de agradable en patear una pelota de un lado a otro. Si aceptémoslo, así somos muchos padres y madres y, las vacaciones lo hacen más visible.

Espero que no hayan confundido que me refería a nuestras hijas e hijos, ellas/os entre más pequeñas/os tienen más aptitud para la risa espontanea, la curiosidad infinita, el perdón inmediato, para el abrazo sincero; siempre pensé en nosotros, no en todos por supuesto, pero sí en un gran porcentaje.

Si nuestras/os hijas/os fueran más como nosotros (los adultos) y etiquetaran fácilmente, de seguro dirían que somos inquietos, hiperactivos o al contrario introvertidos o solitarios.

Oscilamos entre la actividad incansable a la circunspección, si no estamos preocupados por el trabajo y sus urgencias (que no esperan el fin de semana o las vacaciones), lo estamos por el carro o las cuentas y, cuando no, nos encerramos en un vínculo reservado con nuestro celular, en nuestro “espacio personal” al que exigimos distancia y respeto. Frente a esta situación, es común buscar un lugar lejano para vacacionar en donde la aventura genere emociones o un curso vacacional que ocupe el día de nuestras/os hijas/os, más si lo hace por este u otros motivos, solo no olvide cantar una ridícula canción mientras viaja, ir a verlas/os como juegan, apagar el celular y reírse a carcajadas; esa es la diferencia entre lo uno y lo otro.