¿Y después, qué?

Pablo Vivanco Ordóñez

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El virus que nos acontece no discriminó absolutamente a nadie: no respetó fronteras, ni situación de clase, condiciones étnicas o etarias. Nadie tiene inmunidad frente a ella: ni los dólares acumulados, ni las vitaminas sumadas, ni lo lejano de los apacibles pueblos. Se extendió por el mundo desechando los límites del mapa, y afectó desde los más privilegiados hasta los más precarizados. Fundó un desequilibrio mundial en medio de un siglo destinado a tener todo vigilado, controlado, medido y solucionado.

Las guerras se habían esfumado de las posibilidades más próximas de las potencias del mundo, y no había situación extrema que hiciese pensar en la completa fragilidad de la condición humana. Hoy, volvemos a andar sobre el filo de un metal que nos amenaza a todos. La incertidumbre que campea en plena crisis –Brecht decía que se da la crisis cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo de nacer- da bríos para pensar en un nuevo comienzo, en una reformulación de las condiciones de vida, en un cuestionamiento de los malos hábitos, en la vuelta sobre valores perdidos, y tantos otros lemas que nacen por miedo a irse sin sentirse medianamente buenos.

En fin, lo único que enseña la historia es que no aprendemos nada de ella. Solo ahora, que la muerte golpea las puertas con mayor intensidad, y que el dolor recorre las calles solitarias de la ciudad temerosa, es que aparecen las acciones solidarias, las palabras rebosantes de empatía con el prójimo, y las medidas de cuidado de sí mismo y con los otros. Todas ellas, brotes circunstanciales nacidos al calor de un miedo totalizante.

Lo más seguro –y no por ello más aceptable- es que volvamos al mismo ritmo de siempre, con los mismos vicios de la cotidianidad, al enfriamiento de las relaciones colectivas, y a un individualismo más acentuado. Después de esto querrán recobrar el tiempo y el dinero perdido: para lo primero sobreexplotación y para lo segundo ‘aportes voluntarios’ o reducciones salariales. El mayor peso, de nuevo, sobre el más débil. (O)