11 de Noviembre

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA


Escribo este artículo a pocos días de los 196 años de emancipación política de nuestra amada Latacunga, lo hago como profesional y ciudadano, consciente que puedo provocar polémica, porque jamás estaré de acuerdo que desde hace algún tiempo se considere que lo central, lo esencial, de las fiestas es la Mama Negra, cuando hay que resaltar los valores cívicos, patrióticos, sociales, culturales, productivos, educativos, comerciales, turísticos, de nuestro noble terruño y de su altiva población.


En efecto, Latacunga se caracteriza por su gente preparada, intelectual, trabajadora, humilde y laboriosa, digna para rechazar imposiciones y luchar por ideales comunes, no en vano se ha ganado un espacio peculiar en el concierto nacional, en gestas trascendentes, más allá del lugar geográfico estratégico que tiene, al estar ubicada en el centro del país, lo que de por sí genera enormes expectativas y realizaciones.

Será a lo mejor porque la Mama Negra se suspendió el año anterior, ante el apresurado y desacertado anuncio de evacuación por la erupción del volcán Cotopaxi, que se nota derroche en las jochas, como que la gente está embebida en este tema, lo que de alguna manera afecta al pensamiento integral del manejo acertado de las festividades, como un espacio de recordación altiva y de demostración de las maravillosas cosas que se hacen y se ejecutan en nuestra tierra. Respeto la opinión de aquellos que consideran a la Mama Negra como algo único, mágico, que puede llevar a la unidad social, a la reactivación económica, al reencuentro fraterno y hasta a elevar el autoestima poblacional.

No señores, mi criterio no coincide con ello, o al menos no de la forma tan ligera como se expresa. Latacunga es mucho más que Mama Negra, chugchucaras, hallullas, quesos de hoja. Es honor, es lucha, es tesón, es firmeza, es buen nivel de pensamiento y acción. Es, en definitiva lo mejor del mundo.