Faltan varios días para que las autoridades de Salud determinen la eficacia del aislamiento social. En Guayas y Pichincha, los contagios aún no se contabilizan en su totalidad, y varias provincias del país prohíben el ingreso a visitantes de otras localidades.
Los países se han auto aislado y, en Ecuador, cada provincia, ciudad y comuna quiere cerrar sus puertas a cualquier extraño. Olvidan que somos absolutamente interdependientes del ‘otro’ para subsistir y alimentarnos.
Lo mismo se intenta hacer en casa. Circulan todo tipo de estrategias para no permitir la entrada del virus, para no aburrirse y entretener a los niños, ejercitarse, teletrabajar, cocinar y explorar el universo digital.
El Gobierno hace lo propio y para hacer cumplir el toque de queda, impone multas de cientos de dólares a los infractores, algunos incluso pasan la noche en la cárcel.
La tormenta del Covid-19 ha sido violenta, y tanto instituciones públicas como privadas, escuelas, empresas y familias tuvieron que improvisar para protegerse.
Han pasado ya dos semanas, y es momento de pedir al país que mire a quienes deben guardar cuarentena en un cuarto que alberga a una familia entera, en el clima inclemente de la Costa, con escasa ventilación, sin acceso a internet y, en muchos casos, sin una fuente de ingresos.
Exigir a estos sectores que permanezcan en casa, sin entender su realidad y brindar alternativas, es iluso e injusto.
Si algo nos enseñará la pandemia, quizá a la fuerza, será el hecho de que nuestra salud depende directamente de la de nuestro vecino.
“Y si nada nos libra de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”.
Pablo Neruda
Poeta chileno (1904-1973)
“Toma mis elogios y mi culpa, toma todo el éxito y el fracaso; en resumen, tómame”.
Charles Dickens
Escritor inglés (1812-1870)