Qué difícil es la verdad

Siempre, pero más en época electoral, todos se creen que son dueños de la verdad. Algunos lo simulan, por viles intereses o para mantener la impunidad, como el anterior Gobernante y su Corte organizada. Otros porque son fanáticos: yo soy el único que sé lo que pueblo necesita, lo demás son cuentos o literatura. Buda es más acertado: “La verdad en el fondo es triste”. Borges, al amparo de sus estudios afirma: “Más cerca de la verdad está quien duda”. Desde luego los políticos no son filósofos. No entran en tales profundidades sino algunos quieren sinceramente imponer su verdad. A veces aciertan pero en general gobernar no es de opiniones sino de equipo, ideología –sin ideas nada es humano- y de conocimiento de la realidad, en la que están inmersas la economía, la salud, la educación, tres elementos inamovibles, más allá de excelentes o mediocres discursos.

Existe regocijo por el error o mala estrategia del otro. Se regocijan porque el PSC ha tenido que ceder ante Lasso, cuando todos pedían unión mediante la renunciación. Critican Que Yacu no sea tal sino Carlos y que los indígenas estén divididos, cuando antes el problema era su separación. Critican porque Arauz es un desconocido, lógica que no tiene asidero lógico ni ético, aunque se sospecha que es comodín de Correa, que sí sería una fuerte objeción. No voten por él y punto.

Se habla mal de todos los políticos, cuando se sabe que toda generalización es necedad. Cierta persona importante repite una broma de mal gusto: Lo candidatos hay que escogerlos en las cárceles. Generalización ofensiva y superficial. No olvidar que Mandela y cien más de su calibre salieron de las cárceles para bien de sus países.

Nos volvemos tremendistas tal vez porque no somos candidatos. Al pueblo hay que darle insumos serios: análisis de los candidatos, planes de gobierno que ofrecen y su factibilidad. Las críticas son válidas sobre: hechos reales o comprobables, directas y positivas. Y quien siempre espera lo peor se hará pronto viejo, a causa del sufrimiento, como decían los antiguos. Hay que preocuparse lo que sucede momento a momento.