Jugar con fuego

Entre 50 y 60 millones de muertos fue el saldo en la Segunda Guerra Mundial por los dislates racistas y nacional-chauvinistas de un caudillo megalómano e irresponsable, llamado Adolfo Hitler; alrededor de 150 mil muertos y millones de desplazados fue el resultado de las guerras nacionalistas y racistas de la ex Yugoeslavia; la guerra contra la minoría étnica tutsi y los hutus moderados, ocasionó entre 500 mil y 1 millón de muertos; tragedias similares fueron provocadas por el terrorismo separatista en España y otros países europeos.

Actitudes racistas son injustificables e irracionales. Los abuelos, frente a poses de presunta pureza racial, solían decir que en el Ecuador ‘el que no tiene de inga, tiene de mandinga’, fundados en una verdad histórica incuestionable: La ciudad de Quito, como el resto del país, fue fundada por 205 conquistadores, dos de ellos africanos; los españoles fruto de un largo mestizaje entre iberos, romanos, visigodos, árabes y otros. Las dos primeras mujeres españolas llegaron, desde México, cinco años después de la fundación.

La Constitución reconoce esas “raíces milenarias”, apela a “la sabiduría de todas las culturas”; proclama “el respeto a la dignidad de las personas y las colectividades”; y, fundamenta en los sueños de Bolívar y Alfaro, la construcción de un Estado unitario, social, democrático, soberano, intercultural, plurinacional y laico.

Esa norma constitucional recoge el sentido de nación que planteara Ernest Renan, cuando reconocía que: “Una nación es una gran solidaridad, constituida por los sacrificios que se ha hecho y que se está dispuesto a hacer. Supone un pasado, pero se resume en el presente: el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”.

Para que, en ese plebiscito diario, la nación ecuatoriana pueda salir fortalecida es indispensable dejar de lado visiones que conducen a la violencia y ponerse a construir en paz, la sociedad justa, incluyente, equitativa y solidaria que es tarea inconclusa, como la pandemia lo ha develado.