Vara de mago

Se le considera a Merlín como el mago más famoso del planeta. Pese a que vivió en el siglo V de nuestra era, sus hazañas, numerosas, impresionantes, increíbles se las sigue recordando y narrando con admiración y respeto.

Su imagen ocupa abultadas páginas no solo de la Literatura sino de la Historia de Inglaterra, ya que está asociada a la del rey Arturo, del cual fue principal consejero y artífice para el éxito de este personaje célebre, gran monarca que lo fue, al que enseñó el secreto para sacar de la piedra la espada Excálibur y volverle invencible.

Entre otros de los portentosos hechos que se le atribuyen, constan: producir enfermedades de virus a ejércitos enemigos que eran diezmados por la peste o derruir grandes muros tan solo con su voluntad.

En las primeras décadas del siglo anterior, el norteamericano Harry Houdini ocupó la atención universal por las proezas que se le confieren: desaparecer un elefante del amplio escenario donde se presentaba, el hipódromo de Nueva York; liberarse de cadenas y candados mientras permanecía sumergido en condiciones totalmente adversas.

Afirma la tradición que ambos, Merlín y Houdini, al igual que otros renombrados y supuestos taumaturgos, tenían en sus manos una vara, la mágica, gracias a la cual podían llevar a cabo sus proezas.

He recordado a estos personajes por cuanto muchos de los frondosos políticos y politiqueros ecuatorianos, especialmente en época de elecciones, hacen gala de ofrecimientos insólitos que únicamente pudieran cumplirse con vara de mago. Eso sí, en este escenario de circo, vocinglería y engaño, varios de ellos superan a Houdini, en lo que respecta al escape, el uno que lo hizo de sus ataduras dentro del ilusionismo, los otros –y en el plano real- de la justicia.