Lectura obligada

Fabián Cueva Jiménez

No precisamente de este artículo, leer de las escenas que nuestra imaginación puede desarrollar alrededor de un fenómeno mundial muy recurrente, la migración, salida y entrada, desde y hacia los lugares para establecerse de manera permanente o circunstancial.

Seguro estamos que todos hemos sentido ese hecho en vecinos y/o de familiares, experiencias que no se borran, porque superaron lo imaginado, ya que luego de plantear objetivos y metas, llegaron a resultados: positivos de alegría o negativos de frustraciones.

El llamado “flujo migratorio” está más intenso en todo el mundo, ha permitido abrir la comprensión de muchas realidades ocultas, especialmente cuando los que se ausentan dicen que lo hacen por: falta de alternativas para conseguir trabajo, futuro económico esquivo, crecimiento de inseguridad, insatisfechas necesidades básicas, frustración de realizaciones personales y/o familiares y hasta por mandato generacional ya establecido.

El tema es para inquietarse, hemos mirado, escuchado y leído historias. Versiones: unas de familiares que desconocen el lugar donde se encuentran sus parientes, pero saben la razón principal  de su ausencia : la pobreza; otras, a través de reportajes televisivos (“La cara oculta de la Gran Manzana”) con relatos folklóricos de migrantes que han acomodado inclusive su baja cultura llevando las mismas costumbres desde sus lugares de origen; y también, de imágenes y escenas que hieren la sensibilidad humana (“El tapón de Darién”) que relatan y muestran: sacrificio, cansancio, lesiones, enfermedades y muertes en los que se incluyen a muchos niños.

Ecuatorianos están viviendo esa historia, estamos entre los países con más emigrantes después de Venezuela y Haití, lo que se confirma con datos de fuentes creíbles: el 43% de la población desea salir, niños de 4 de 9 niños lo harían, el 56% de jóvenes de 15 a 17 años también y el 72% de quienes cursan el tercer año de bachillerato igual estarían dispuestos.

Mucho se comenta sobre cómo resolver el hecho migratorio, si bien se reconocen ideas ciertas como que: es un poderoso agente para impulsar un desarrollo sostenible, fortalece la fuerza de trabajo, estimula la inversión, fomenta el intercambio cultural, pero si no se lo hace de manera ordenada, regular y segura, con acuerdos multinacionales firmes, con respeto y protección de los derechos humanos, ese bienestar socio-económico nunca llegará.

Naturalmente hay que pensar en la intervención educativa, puede sanear las afectaciones que actualmente ocurren:  reacciones y comportamientos de jóvenes que requieren de una asistencia especial tanto pedagógica como psicológica, únicas formas para elevar los niveles académicos y los de interrelación social, ahora deteriorados.

Se debe actuar con mayor agilidad ante los problemas coyunturales y de fondo, las autoridades y los maestros, por mandatos constitucionales y legales son los responsables morales, ellos son los guardianes de priorizar la igualdad e inclusión social, condiciones indispensables para el buen vivir; en otras palabras, dando en la práctica diaria, una educación que “prepare al hombre para la vida”, con atención especialmente a los más desposeídos.

Si hemos imaginado lo que a diario se enfrentan los migrantes, sigamos con lecturas obligadas para presionar que apliquen soluciones ciertas y urgentes.