¿Estamos ahorcados?

Lorena Ballesteros

Un teléfono móvil suena. La pantalla se enciende y se puede leer claramente “Finanzas”. El propietario del aparato rechaza la llamada. Al día siguiente la historia se repite, y al siguiente, y al siguiente…

Esta bien podría ser la escena de una novela negra. La del cobrador de deudas que acecha y el deudor que lo elude a toda costa. Lastimosamente, la historia no es ficticia. Esta es la trama de miles de ecuatorianos que se ven todos los meses presionados, o más bien dicho, ahorcados por las cuentas por pagar. Esta historia la escucho en reuniones sociales, en los eventos del colegio de mi hija, incluso en encuentros casuales con amigas. La perorata es la misma: “no nos alcanza y tenemos las tarjetas de crédito reventadas”. Tan reventadas que en más de una ocasión he salido a comer con amigos y al dividir la cuenta sucede que al menos a uno de los comensales le rechazan el pago con su tarjeta. Con la clásica estrategia de “a ver señor, intente con esta” es que se logra financiar 25 dólares de una comida en un restaurante. Cuando la tarjeta pasa, el suspiro de alivio es colectivo.

¿En qué momento se disparó el sobreendeudamiento de las familias? Quizás fue paralelo al ímpetu de las entidades financieras de entregar tarjetas de crédito a diestra y siniestra. Porque, así como muchos reciben las llamadas de “Finanzas”, también se reciben al menos dos llamadas mensuales de tarjetas de crédito preaprobadas. A mí me llaman con frecuencia. Banco del Austro, Banco de Guayaquil, Produbanco… ¡Qué así me llamaran los clientes para contratar mis servicios! Otra sería la historia.

La pregunta es, ¿para qué quiero otra si con las justas pago cumplidamente los saldos de la que tengo? Ah, justamente por eso. Porque soy de las que no paga mínimos. Soy de las que se mide y sufre por no poder excederse. Y al tiempo, soy de las que no solo tiene una tarjeta por pagar, sino que además tiene dos créditos que cumplir. A esas personas que me llaman a ofrecerme nuevas tarjetas les repito que en condición de profesional autónoma no es responsable que intenten venderme nada, que es mejor que me borren de su base de datos. ¡Nada! La llamada se repite al mes siguiente.

Hace pocos días una amiga me hablaba sobre su situación actual. La deuda de su tarjeta de crédito está congelada, su cuenta bancaria en ceros. Lo que recibe de los trabajos que realiza los desvía a la cuenta de un familiar cercano. Así, evita que el banco se apodere de lo que ingresa. Por su parte, un colega me comentaba que refinanció su deuda a 72 meses. ¡Sí, 72 meses! Y que sus pagos programados parecen los de la misma deuda externa ecuatoriana.

Después de escuchar tantos testimonios de personas que hacen avances en efectivo, que tienen dos créditos vigentes, que difieren hasta la compra del supermercado, no puedo dejar de preguntarme, ¿estamos todos ahorcados?

Urge que la clase media y la clase media alta ponga en orden su estantería. Es indispensable un correcto manejo de las finanzas personales. Una cátedra magistral que nos enseñe a vivir con menos y a ahorrar un poco más. Porque aunque el gasto de consumo debe seguir activo por el bien de la economía nacional, la economía familiar ya está en la lona.