Soberanía económica y cultural

Manuel Castro M.

Lo cierto es que ningún país, pobre o rico, controla su economía nacional. Todos dependen de otro o de otros o del petróleo, o de los armamentos, o de las materias primas. Por tanto, la soberanía se ha convertido cada vez más en irrelevante. Pero ha pasado a lo cultural, llámense ideologías, gobiernos populares, quienes dirigidos por líderes populistas aspiran a gobernar convirtiendo la soberanía nacional en obtener mayoría de mayoría de votos, por desigualdades existentes, pobreza, etcétera.

El resultado en el mundo es un rechazo a la democracia liberal. Se afirma que un tercio de la población mundial no vive en democracia y aumenta cada vez más. Aspirantes a gobernar coinciden en que ninguno puede controlar la economía nacional, que es rehén de los inversores extranjeros, de los acuerdos mundiales, de las finanzas transnacionales, del capital en general. Entonces proceden a la purificación de lo cultural, hasta encontrar el camino al poder mundial. Logrado el poder, con votos en muchos casos legítimamente obtenidos, recurren a la asfixia de toda disidencia intelectual o cultural.  Putin, en Rusia, quien gobernará hasta el 2036, decretó una política estatal cultural para Rusia centrada en el lema “Rusia no es Europa” y ha calificado al multilateralismo europeo de “castrado y estéril”. China es ejemplo vivo de esta soberanía cultural, pues su gobierno es marxista, aunque el Estado es capitalista. Y existen múltiples casos, como el de Erdogan en Turquía, Orbán en Hungría. Y surgen muchos líderes xenófobos, patriarcales y autoritarios en su estilo. Además, crece ante la alarma mundial, una ultraderecha, que trae malos recuerdos para el mundo. El mismo Estados Unidos ya vivió la era Trump, de un nacionalismo racista, que lo acercaba más al Ku Klux Klan, que a la idea de los Padres Fundadores de esa Nación.

Latinoamérica tiene sus mandatarios autoritarios: Maduro, Díaz-Canel, Ortega, Evo lo fue, al igual que Fernández; sin que sus países salgan de la pobreza han creado una soberanía nacionalista, casi canalla, que tienen a esos países en la indigencia y lejos de un futuro mejor, sin libertades y con una cultura asfixiada por eslóganes y mentiras populistas. Ecuador ya lo vivió, con Correa, aspiración que aún no muere, pues aparte de ineptitud para gobernar, hubo crímenes económicos imperdonables: peculados, sobornos, crimen organizado.

La solución -según intelectuales e investigadores de prestigio- es que las fuerzas que aspiren a ser progresistas (trabajadores, intelectuales, activistas, legisladores) hagan causa común para defender el liberalismo social en su vertiente económica y política.