Fuego simbólico

Pablo Escandón Montenegro

Junio es el mes de las fogatas, pues la cosecha y el equinoccio provoca que los rastrojos y las primeras hierbas secas de la temporada sean augurios de buenas siembras y cosechas futuras; lo mismo que deseamos con nuestras vidas.

Y es que cuando quemamos algo, el fuego desvanece lo corpóreo y podemos oler la chamusquina y ver el humo blanco, gris o negro de lo que las brasas consumen: el humo se cuela por debajo de las puertas, entre los huecos de las uniones mal selladas y busca elevarse.

El humo de las hogueras, las piras y las chamizas son como sus nominaciones: en una hoguera quemamos lo que no nos sirve, lo que no encaja, lo que da problemas; en una pira procesamos nos calentamos, cocinamos; y en las chamizas regeneramos la propia vegetación y el campo.

Cada fuego ceremonial es diferente; cada lumbre tiene su significado; y a cada una de ellas nos adscribimos en un momento de nuestras vidas, como lo hace la naturaleza en sus ciclos, fijados por el transcurso del planeta en su órbita y por la cercanía y lejanía del sol.

El fuego simboliza al sol y la relación que como humanos tenemos con este astro. Las grandes civilizaciones no católicas se han fundado en la descendencia humana de esta gran bola de fuego, e incluso algunos reyes se han dato títulos correspondientes a su altura, luminiscencia y calor: rey sol.

Vuelvo a que en este mes tenemos la afición atávica por el fuego, pues el 21 con el equinoccio, se hacen fogatas y piras rituales que conmemoran al día más largo del año y el cambio de estación; el 23 en el hemisferio norte se festeja con fuego a San Juan y su noche simbólica de cambio de temporada, y el 28 por la noche se encienden las chamizas, en losAndes, en honor de Pedro y Pablo.

El fuego y su relación con el ser humano va más allá de la utilidad para cocinar o calentar el cuerpo, es un elemento fundacional de lo que somos como comunidades inteligentes, pues el fuego del conocimiento, la luz de la razón y demás símbolos se asocian con la lumbre que da calor e ilumina, es decir, que es controlada por el ser humano, gracias a ese regalo que nos dio Prometeo.

Seamos andinos equinocciales, creyentes de Pedro, Pablo y Juan, o místicos gnósticos, el fuego siempre será una parte de nuestro camino humano, el fuego domesticado es el rastro de nuestra civilización, que ahora está desbocada por el uso “lumínico” desbocado de las IA.

Volvamos al fuego tutelar y con esa tradición gobernemos las demás tecnologías.