5 de Junio

Paco Moncayo Gallegos

Transcurrían los últimos años del siglo XIX y un gran escándalo indignaba a la comunidad nacional: la ‘venta de la bandera’ efectuada por una estructura criminal liderada por el expresidente José María Plácido Caamaño, entonces gobernador del Guayas, a la que calificaron como ‘la argolla’. Se dice que estaba conformada por terratenientes, parte del alto clero y especuladores financieros extranjeros que utilizaban el aparato del Estado para enriquecerse.  En el infame negociado, estaban involucrados parientes de Camaño y altos funcionarios del país. El costo político lo pagó el presidente Luis Cordero, ilustre cuencano, poeta, botánico y lingüista, víctima de las manipulaciones del falaz Caamaño. Renunció Cordero el 16 de abril de 1985 y fue reemplazado por Vicente Lucio Salazar, su vicepresidente.

El cambio fue tardío. Las provincias costeñas y amplios sectores de la serranía rechazaron al nuevo gobierno y, el 4 de junio, en la noche, se reunió en Guayaquil una Junta de Notables que, al día siguiente, desconoció la Constitución de 1883 y nombró al general Eloy Alfaro como ‘Jefe Supremo de la República y General en Jefe del Ejército’. La mayor transformación política y moral de la historia de la Nación ecuatoriana había iniciado.

Al llegar a Guayaquil, Eloy Alfaro ofreció “… una administración honrada, que dé garantías a los partidos doctrinarios, en sus luchas civilizadoras, en el campo de las ideas”. Luego proclamó: “Con la experiencia del pasado y con las lecciones del presente, debemos establecer en el porvenir, una política de tolerancia y justicia, que condene los excesos, reprima los abusos y concilie todos los ánimos, a fin de que una reforma prudente y moralizadora le dé a la República largos años de paz y ventura…”.

Esos mensajes cobran significativa importancia en estos días cuando el país se encuentra igualmente agobiado por escándalos de corrupción que, originados en el poder político, han afectado a gran parte de las instituciones del Estado y frente a los cuales lo de Caamaño y ‘la argolla’ palidece. Es imperativo entonces que hoy, como el 5 de junio de 1895, inicie una nueva campaña de regeneración moral que comprometa a la mayoría de los ecuatorianos, víctimas como Cordero de los políticos corruptos y falaces.