Fausto Jaramillo: el caballero de la palabra

Rosalía Arteaga Serrano

Hay días en la vida especialmente luminosos y son aquellos en los que coincidimos con personas extraordinarias, con quienes se transforman en los amigos que nos regalan las especiales circunstancias que nos rodean.

Así puedo describir un día de comienzos de 1994, es decir, hace exactamente 30 años, en el que conocí a Fausto Jaramillo Yerovi. Venía de una impecable gestión en medios de comunicación, con algún pasajero desempeño en actividades públicas en las que siempre brilló por sus conocimientos y por su honestidad.

Su vida empezó a entrelazarse con mi vida y con quienes formaban parte de mi círculo cercano de amigos y colaboradores, ya nunca dejamos de estar en contacto, de trabajar y soñar juntos, de enrumbarnos por caminos complejos y azarosos, pero siempre iluminados por sus sabios consejos y por su solidaridad permanente.

El otavaleño siempre amante de su terruño, pero también apasionado por su Ecuador, combinó su pasión por el periodismo, con la del investigador certero de las situaciones del país, así como también por las múltiples lecturas en las que se sumergía con entusiasmo para luego recomendarme libros y autores.

Fausto dominó la palabra, fue un escritor prolífico, estuvo siempre pendiente de los acontecimientos nacionales e internacionales, no vacilaba en expresar sus criterios acertados, pero nunca lanzaba vituperios, su juicio era ecuánime y certero.

Su partida nos deja en una especie de orfandad, de la de sus conocimientos, de sus palabras de aliento, de lo prolífico de su mente para crear proyectos y llevarlos a la práctica.

Hasta siempre querido amigo, nos volveremos a encontrar en el infinito mundo de los sueños, de los paisajes, de las lecturas, del legado que deja a sus familiares y amigos.