Educación: poderosa armadura

Emily Torres Larriva

Emily Torres Larriva

Cuando el trabajo y las nuevas oportunidades nos trajeron a Santo Domingo de los Tsáchilas tenía ocho años, recuerdo que mi padre, médico general, y profesor de segunda enseñanza, fue contratado en la escuela Madre Laura, como médico de la unidad educativa y profesor de una materia afín a su profesión.

A mi padre le encantaba la docencia, sus colaboradores siempre lo recuerdan como un gran maestro de la medicina y de los valores agonizantes en nuestros días, ¡mi Doctor Diego Torres!

Como abogada de profesión, tengo una inclinación muy fuerte por la enseñanza, posiblemente el ejemplo de mi padre dejó esa semilla que ahora da frutos, actualmente como docente de la Escuela de Mediación Pacto de Paz, tengo gratas vivencias, que han ratificado mi pasión por los salones de clase. Casi dos años de aprendizaje continuo, y debo subrayar: cada clase es una página inédita que trae conocimiento. Anhelo que las puertas de la docencia se sigan abriendo, porque realmente es una actividad que disfruto.

Al iniciar cada clase, siempre aplaudo a todas las personas presentes, y agasajo a aquellos que buscan en la educación nuevas oportunidades, que buscan en la educación el cambio, que dejan sus actividades personales para adentrarse en el aprendizaje.

Personalmente, puedo decir que esta herramienta, a lo largo de los años, ha logrado transformar países y regiones, ha cambiado la historia de muchas naciones.

Con ilusión puedo ver que en nuestros días, se han abierto las puertas de la pluralidad en los salones de clase, tengo alumnos de todas las edades, de diversas profesiones, personas de la tercera edad que conservan la curiosidad, personas muy jóvenes que conservan la esperanza, profesionales que siguen capacitándose a pesar de la zozobra.

Lo dijo Nelson Mandela, expresidente de Sudáfrica: “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.  Yo pregunto ¿qué esperas para usarla?

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