Un binomio que necesita recuperar la compostura

El escarmiento que el presidente Daniel Noboa acaba de dedicarle a la vicepresidenta Verónica Abad marca la cancha entre lo violento y lo ridículo. Quizás creyeron demostrar astucia y firmeza, pero la déspota medida es irascible e innecesariamente cruel. Proceder de semejante manera —como un capataz que empuja a un subalterno a bajar la cabeza o renunciar— solo horas después de haber enarbolado un discurso de perdón y unidad muestra incoherencia.

El primer mandatario necesita investirse de mayor cautela. Sea cual fuere el origen de sus diferencias internas, el país no necesitaba enterarse de ellas y seguramente no lo hubiese hecho de no ser por las pueriles acciones de los últimos días.

A su vez, con la resuelta confianza que la caracteriza, Verónica Abad pudo comprender que la ciudadanía espera de ella apoyo y defensa de la línea que establezca el Presidente, y no una incómoda disidencia que buscó luz propia incluso antes de ocupar Carondelet.

Resulta obvio que este dúo presidencial se improvisó para la última campaña, y sin importar si ganaron gracias al destino, a su habilidad política o a la suerte, lo único que hoy ambos personajes le deben al país es madurez, coherencia y respeto.

Sería inaudito que, durante los 18 meses de gobierno, el binomio se maneje bajo semejantes tensiones o que bajo la argucia de la nueva alianza legislativa, dispongan del puesto con una excusa de juicio político. Es necesario recuperar la compostura y pasar la página de este momentáneo arrebato de sinrazón.