De la abundancia de “Ayoras” a la recesión

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Por Dr. Pedro Velasco Espinosa

Si bien ha sido la tónica del quehacer republicano el respeto al orden constituido, de cuando en vez, se han producidos hechos que han roto dicha saludable rutina. Uno de estos sucesos ocurre cuando el Presidente Dr. Isidro Ayora se encontraba en la mitad de su mandato constitucional, en agosto de 1931.

Antes de serlo, había ejercido como Presidente Interino y Provisional desde el 1º de abril de 1926, y su período constitucional desde el 17 de abril de 1929, que había de terminar en marzo de 1933. Isidro Ayora Cueva es orgullo de Loja, ciudad y provincia.

El Dr. Ayora es calificado como “dictador progresista” por Don Alfredo Pareja Diezcanseco (), al tiempo que dice de él: “Fue sin duda un realizador. Su carácter y su decisión de servicio hiciéronle triunfar de las influencias militares y salir airoso de la lucha que le presentaron la bancocracia y la prensa que la defendía”.

“Procuró ser fiel con el ideario sustancial de la revolución juliana: ordenar la Hacienda pública e incorporar en nuestra legislación los principios sociales de la defensa de la clase trabajadora. Creó, primero, la Caja Central de Emisión y Amortización, antecedente del Banco Central y celebró el contrato con la misión económica Kemmerer.

Fundó la Inspección General del Trabajo y la Junta Consultiva del Trabajo.”

No está por demás recordar que en el Gobierno de Ayora se crearon otras instituciones de la importancia de la Contraloría General de la Nación, la Superintendencia de Bancos, la Caja de Pensiones, y se dictaron leyes de la trascendencia de las siguientes: de Asistencia Pública, de Sanidad, de Timbres, de Monedas, la Orgánica y Arancelaria de Aduanas, de Hacienda, de Jubilación, entre las más destacadas; es decir una gran labor de ordenamiento institucional es escasos dos años de administración.

El historiador Jorge Salvador Lara atribuye a tres hechos, -a mi parecer aparentemente aislados y nimios- la abrupta terminación del Gobierno del Dr. Ayora: “la huelga universitaria y colegial de Guayaquil; el voto de censura a su Ministro de Gobierno Dr. Julio E. Moreno (), propuesto por el diputado derechista D. Alfredo Coloma Baquerizo y la sublevación del Batallón de Zapadores “Chimborazo.” () El 24 de agosto, el Presidente Isidro Ayora se ve obligado a renunciar.

Alfredo Pareja apunta la verdadera causa de lo que él mismo llama la “caída de Ayora”: “En 1930, la crisis mundial deflacionista llegó a Ecuador. Cayeron los precios. Ninguna cosa valía nada. Las recaudaciones bajaron a niveles que no pudieron preverse.

El país se asfixiaba. Y el gobierno entró a padecer la penuria fiscal, en contraste con la anterior abundancia, y ya no tuvo dinero con que sostenerse.

La crisis de la posguerra –en su segundo y terrible ciclo- encontró a nuestro país sin ahorros, sin medidas de previsión y a un gobierno que todo lo había derrochado en la ambición de hacer aceleradamente obras materiales con billetes.”

   

La “renuncia” a la Presidencia, arrancada por cualesquiera acontecimientos, daba el “pistoletazo de partida” a dos años de ajetreos políticos, de combates cívicos y armados, de discrepancias más o menos violentas, pero de lealtad a las ideas, aunque no ajenas las claudicaciones.

Asume el Poder Ejecutivo el Coronel Luis Larrea Alba, Ministro de Gobierno del renunciante Presidente.

El País quedaba en las peores manos imaginables ya que el Coronel “ni de lejos” era un hombre de Estado. Y, no era porque se carecieran de prominentes ciudadanos que pudieron hacerse cargo del Poder, basta revisar los integrantes del Gabinete del dictador, con título de “Encargado del Poder Ejecutivo”, colegiado “de lujo”, a saber: José Modesto Larrea Jijón (Ministro de Relaciones Exteriores), Coronel José Antonio Gómez González (Ministro de Guerra y Marina), Dr. Ángel Modesto Paredes Romero (Ministro de Educación), Dr. Andrés F. Córdova Nieto (Ministro de Obras Públicas) y Dr. Pedro Leopoldo Núñez Terán (Ministro de Hacienda). Larrea Alba –insólitamente- además de ejercer como “Encargado”, asume los ministerios de Gobierno y Previsión Social.

El 1º de septiembre, en Quito, estallan sangrientos disturbios causados por turbas instigadas por políticos socialistas, liderados por el senador Luis Maldonado Tamayo, las cuales atacan con armas de fuego y piedras el edificio del diario El Comercio y el domicilio del Dr. Luis Felipe Borja Pérez (hijo).

El diario asaltado informa de 5 muertos y 16 heridos y que la turba fue agitada con las consignas de “viva el comunismo” y “vamos al saqueo”.

Por esos días el “Encargado” convoca a elecciones presidenciales para octubre; para el efecto, se forma el movimiento político denominado “Compactación Obrera Nacional”, el cual tendrá fundamental protagonismo en la campaña presidencial de Neptalí Bonifaz Ascásubi, quien es proclamado candidato el 16 de septiembre, apoyado, además, por un “grupo de agricultores”.

Don José Modesto Larrea Jijón es proclamado candidato por la “Asamblea de concentración de Izquierdas”; también el Comandante Ildefonso Mendoza acepta la candidatura a la Presidencia de la República. ().

Ante la presión popular y militar, después de fracasar en obtener del Congreso las facultades extraordinarias y, luego del intento de disolver el Parlamento, el Coronel Larrea Alba declina el “encargo” en la persona del Presidente de la Cámara del Senado, el ex Presidente de la República, Dr. Alfredo Baquerizo Moreno.

Es el 15 de octubre. El Dr. Baquerizo, previamente, había sido designado Ministro del Interior y en esa calidad asume también con el membrete de “Encargado del Poder Ejecutivo”.

El nuevo mandatario también conforma un Gabinete “de campanillas”: General Ángel Vaquero Dávila (Ministro de Gobierno), Carlos Manuel Larrea Rivadeneira (Ministro de Relaciones Exteriores), Leonardo Sotomayor y Luna (Ministro de Guerra y Marina), Juan de Dios Martínez Mera (Ministro de Hacienda), Dr. José Francisco Pérez Borja (Ministro de Educación) y Jerónimo Avilés Aguirre (Ministro de Obras Públicas). (Juan de Dios Martínez Mera será Presidente Constitucional en 1932).

El Encargado Dr. Baquerizo Moreno, ratifica la convocatoria a elecciones presidenciales para los días 20 y 21 siguientes.

Las elecciones presidenciales arrojan estos resultados: Neptalí Bonifaz Ascásubi: 28.745 votos (47%), José Modesto Larrea Jijón: 19.234 votos (31%); Comandante Ildefonso Mendoza: 13.255 votos (22%).

El 12 de noviembre, el País se convulsiona: el Coronel Clotario Paz se proclama “Gobernador del Sur” y lidera un movimiento revolucionario en la provincia de El Oro, el cual fracasa por acción del Gobierno.

El cabecilla del intento subversivo es tomado preso, junto con los coroneles César A. Serrano, Juan Manuel Lasso Ascásubi y Diógenes Fernández, el Mayor Guillermo Burbano, el Comandante Ildefonso Mendoza y el Dr. Alfonso Larrea Alba.

Entrado ya 1932, el 31 de enero, los partidarios liberales y socialistas del candidato presidencial perdedor, José Modesto Larrea Jijón, asaltan al cuartel de Tulcán del Batallón Manabí, episodio conocido como la “Batalla de Tulcán”, con el objeto de impedir el ascenso al Poder de Neptalí Bonifaz Ascásubi.

La refriega arroja un saldo de 50 muertos (45 asaltantes y 5 soldados) y 36 heridos (28 asaltantes y 8 soldados).

Develada la sangrienta asonada revolucionaria, se descubre que ésta debía ser respaldada, en Riobamba, por una acción de armas del defenestrado Coronel Luis Larrea Alba y, en Guayaquil, por otra del inquieto Comandante Ildefonso Mendoza, candidato derrotado en las elecciones presidenciales.

El combativo Comandante Mendoza no se apacigua; el 7 de abril, él y sus partidarios de Guayaquil se apoderan de los buques de la Armada “Tarqui” y “Cotopaxi”, fondeados en el Golfo de Guayaquil, en un episodio tragi-cómico conocido históricamente como “La Mendozada”, intento sedicioso que es sofocado por las fuerzas del Ejército al mando del Comandante Ricardo Astudillo.

Los “aficionados” a alterar la paz y los proclives a lo anárquico no dan reposa al Gobierno del Dr. Baquerizo Moreno, quien había, en julio, convocado a la reunión del Congreso Nacional Ordinario, para el 10 de agosto.

El 12 de julio, el Gobierno devela un nuevo complot revolucionario en Loja, liderado por el Coronel Luis Larrea Alba, infatigable subversivo que, en esta ocasión es apresado.

Mientras los ambiciosos y sediciosos ensayaban vuelos revolucionarios, la ambateña Hermelinda Urvina de Briones, se convertía -el 19 de julio- en la primera mujer sudamericana que obtiene licencia de piloto de aviación en los EEUU, al tiempo que realiza su primer vuelo sobre Long Island, Nueva York. (En 1933 realizará un vuelo en solitario Nueva York-Washington, y en 1936 participa en un raid Nueva York-Montreal). 

El 22 del propio mes tiene lugar otra hazaña en las alturas: el primer vuelo de circunvalación a la República, hazaña que realiza el avión “Ecuador”, un Ryan B.5. Lamentablemente, no existen registros sobre quiénes fueron los osados aviadores.

Volviendo a poner “los pies en la tierra” para la narración, el 19 de agosto el Presidente Electo Neptalí Bonifaz Ascásubi renuncia a la calidad de tal, anticipándose, con sagacidad, a su “descalificación” por parte del Congreso Nacional, el mismo que en hecho inédito lo despoja de la Presidencia, bajo el ropaje de acusarle de haber sido ciudadano peruano: el resultado de la votación es de 46 votos por la descalificación y 38 en contra

Casi de inmediato a este hecho político fúnebre, el 25 de agosto se realiza la solemne ceremonia de traslado de los restos del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, desde la Iglesia del Carmen Bajo hasta el mausoleo erigido en la Iglesia Catedral Metropolitana de Quito.

El 27 de agosto, la tropa de la guarnición militar de Quito (Regimiento de Artillería “Bolívar”, Batallón “Montúfar” y Escuadrón “Yaguachi”) se subleva en apoyo de Neptalí Bonifaz Ascásubi.

La Cámara de Diputados resuelve pedir al Dr. Alfredo Baquerizo Moreno que dimita como Encargado del Poder Ejecutivo.

Carlos Freile Larrea, es nombrado Ministro de Gobierno y en tal calidad asume como nuevo Encargado del Poder Ejecutivo. Era el 28 de agosto.

El 29 estalla la “Guerra de los Cuatro Días”, trágico acontecimiento que enlutó la Historia Patria. El día 31, Carlos Freile Larrea renuncia como Encargado del Poder Ejecutivo.

El 1º de septiembre termina la “Guerra de los Cuatro Días”. Asume como Encargado del Poder Ejecutivo el Presidente de la Cámara del Senado, Alberto Guerrero Martínez.

El propio día asume la Presidencia del Congreso Nacional el Dr. José María Velasco Ibarra, en su calidad de Presidente de la Cámara de Diputados.

El 4 de septiembre, el Encargado del Poder convoca a elecciones presidenciales, que deberán efectuarse los días 30 y 31 de octubre.

Tales comicios tienen estos resultados: Juan de Dios Martínez Mera: 56.872 votos (71%), Manuel Sotomayor y Luna: 16.212 votos (20%), Pablo Hanníbal Vela: 6.093 votos (7%). Es importante destacar que Martínez Mera obtiene sólo 5.000 votos menos que todos los candidatos juntos en la elección de un año antes. Se habló, desde el primer momento, de un escandaloso fraude electoral.  

Nuevamente el Coronel Larrea Alba hace presencia sediciosa el 1º de noviembre, día en el cual el Gobierno devela su intento subversivo preparado en Riobamba. El día 5, Larrea Alba empeña “su palabra de honor de que no subvertirá el orden público”, ante el Encargado del Poder Ejecutivo. Veremos luego como viola flagrante y reiteradamente su empeñada palabra de honor.

El 5 de diciembre de 1932, Juan de Dios Martínez Mera asume como Presidente Constitucional de la República para el período 1932-1936, y su asunción parecían ser el preludio de la restauración de un orden constitucional duradero, aunque flotaba en el ambiente ciudadano el fantasma de haberse torcido la voluntad popular en los comicios.

Se habló, con probada credibilidad, del triunfo fraudulento de Don Juan de Dios, pero fue resultado aceptado por el Congreso Nacional y por la cansada paciencia ciudadana.

Los acontecimientos que se desarrollan a partir de la asunción al Poder de Martínez Mera, son “harina de otro costal” y me comprometo a tratarlos en futuras entregas, pues para “quebrantos y sobresaltos” basta con los narrados.

Dr. Pedro Velasco Espinosa

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