El legado alemán de un escritor checo: “Franz Kafka”

Dra. Zoila E. Bustos Messala | Investigador

“(…) Nunca abuses del poder humillando a tus semejantes, porque el poder termina
y el recuerdo perdura” (Anónimo).

Los seres humanos han sido testigos de ideas, órdenes o de situaciones que han alcanzado altas cuotas de lo absurdo; volviéndose en ciertos casos en excesos complejos; y, de un surrealismo propio, similar a una pesadilla que oprime o simplemente no es lógica; y, que deja o una sensación de desesperanza o de impotencia. A este sentido “absurdo”, “extraño”, “angustioso” y “obscuro”, se le denomina “KAFKIANO”. ¿Por qué este calificativo de “kafkiano” a las ideas, órdenes o situaciones absurdas?

Por el atormentado escritor checo, descendiente de judios-asquenazís, “taciturno, insociable, malhumorado, egoísta e hipocondriaco”, Franz Kafka, abogado de profesión, en cuyos libros predominan los escenarios angustiosos e incomprensibles con situaciones trágicamente descabelladas como la que vivió “Gregor Sansa”, protagonista de “La Metamorfosis”, quien despierta un mal día convertido en un insecto; o, la de A. Josef K., en “El Proceso”, quien se ve obligado a rendir cuentas por un delito que desconoce; y, en el que cualquier reclamo se vuelve imposible.

Sin embargo, lo extraño y agobiante de este adjetivo, es que estas órdenes, ideas o situaciones, no se han mantenido restringidas en manuscritos literarios; sino que han sobrepasado la imaginación, y han engendrado ideas, obras y situaciones amenazadoras propias de un necio, que se han visto a sí mismos como genios, cuando las han puesto en práctica.   Lacerante es atestiguar como estas “kafkianas” ideas, órdenes o acciones en la historia militar, han sido el ejemplo de la incompetencia de sus líderes; entre ellas la “Carga de la Brigada Ligera” formada por el 4º y el 13º Regimiento de Dragones Ligeros; el 17º Regimiento de Lanceros y el 8º y el 11º Regimiento de “Húsares”, principales fuerzas de la caballería británica dirigidas por el general Cardigan, en el contexto de la batalla de Balaclava, en la que una confusión en la comunicación de las órdenes por su adalid, hizo que su brigada atacara la posición enemiga equivocada.

Otra egregia orden “kafkiana” fue el intento por conquistar el Imperio ruso por parte de la fuerza superviviente de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte, al enfrentar la batalla de Berézina, que no solo significó el final de sus pretensiones; sino también su destierro, cuando aun incrementando sus fuerzas de lucha, las obligó a cruzar por el río Berézina creyendo que estaba congelado; pero resultó que las aguas no solo que no estaban congeladas sino que eran intransitables; desencadenando la desbandada de los soldados franceses, lo que originó una monumental masacre, de quienes al intentar cruzar el puente iban cayendo en las heladas aguas del río, sucumbiendo finalmente por hipotermia; mientras otros eran aplastados por sus propios compañeros.

La operación Barbarroja, otra acción militar “kafkiana”, que descendió a la guerra a un nivel de salvajismo desconocido hasta entonces; cuyo objetivo establecido por el Tercer Reich no era el de vencer a sus enemigos, sino exterminarlos; ya que, para Hitler el pueblo ruso no eran una sociedad racional más bien “(…) Por instinto, el ruso no va a una forma de sociedad superior. (…) El caballo que no se siente constantemente sujeto, olvida en un abrir y cerrar de ojos los elementos de doma que se le inculcaron.

Lo mismo pasa con el ruso: hay en él una fuerza instintiva que le vuelve a llevar invariablemente a su estado natural. (…) ¡Hace falta tan poco para que un animal vuelva otra vez a sus orígenes! Para el ruso,  su retorno al estado natural consiste en formas de vida elemental. (…)”.

Finalmente la combinación de ideas “kafkianas” militares en la batalla de los acantilados rojos librada en el invierno del 208 al 209 D. C. entre las fuerzas aliadas sureñas de los señores de la guerra Liu Bei y Sun Quan y las fuerzas norteñas del general Cao Cao, quien tuvo una única visión estratégica, basada en la superioridad numérica, que le imposibilitó  levantar una base segura de operaciones avanzada en la provincia de Jing; y, que su ninguna experiencia en la guerra naval, conllevó al devastamiento de sus tropas de infantería y caballería por el mareo. Más allá de que para la milicia, la política o la misma cotidianidad, las ideas, acciones y órdenes “kafkianas” sean desfavorables; porque lastran las posibilidades de alcanzar objetivos legítimos; hay que reconocer que sus consecuencias en todos los casos son irreversibles, porque aunque pueden compensarse con acciones posteriores, se requerirá una inversión mayor en esfuerzo, tiempo y dinero para rectificar el rumbo de los acontecimientos por estas adjetivadas ideas, acciones y órdenes de seres humanos que no teniendo las habilidades personales han contado con las “leyes de la dinámica social” .

Aunque muchas veces, se proclama que el error enseña, no es menos cierto que hombres y mujeres cometen inevitablemente errores; y, que éstos al ser constitutivos e inseparables de la condición humana; no son más que la manifestación de la fragilidad, la torpeza, la vergüenza, la confusión o directamente el ego de los que apuestan por tener todo el control posible; y, que embriagados por el error y la ilusión extravían “la objetividad y la verdad”, atizando el fracaso que finalmente es percibido  como una aberración que no acepta derrota. Precisamente, como le aconteció a Hillary Clinton quien tachó a todos lo que no la apoyaban en su campaña como una “canasta de deplorables”; y, quien llena de soberbia, echó a la basura una campaña que tenía ganada de sobra con el mejor equipo de campaña presidencial, al que tildó de ignorante; y, a cuyo contrincante lo catalogó como “poca cosa” más allá que un “mal chiste”; ideas “kafkinas”,  las suyas, que la tomaron tan de sorpresa, que ni siquiera tenía preparado el discurso de rigor aceptando su derrota.

La capacidad de un individuo de influir con sus ideas o acciones en otros, debe discernirse  como la “probabilidad que un actor en una relación social está en posición de realizar su propia voluntad” (Weber); o, como “los propios deseos de los hombres que pueden ser producto de un sistema de preferencias, aún en contra de sus propios intereses” (Lukes); que, al anteponer ideas, acciones o situaciones “kafkianas”, estas generan tanta violencia y arbitrariedad que embriagan, esclavizan y anestesian como narcótico a estas dictaduras mórbidas identificadas por Tocqueville.

Definitivamente las figuras “poderosas temporales” no buscan la integración, defienden la “cultura del descarto” cuyos gestos y palabras son el signo de lo que hay en el corazón de la humanidad; sin embargo, el legado de Franz Kafka, es la anticipación de lo que advierten las palabras perversas de estos seres espurios o “absolutos nadies” que aparecen al igual que en la obra del autor, como personajes abstractos sin atributos, ni pasado que se dedican a la tarea de acuñar las “banalidades del mal”, incapaces de resolver tensiones y padecimientos; pero si de crear ideas absurdas, extrañas y oscuras.

Dra. Zoila E. Bustos Messala