La ética en la inteligencia artificial en las universidades

Daniel Burgos* | Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) 

Ético, lo que se dice ético, es el ser humano, la persona. La inteligencia artificial es únicamente otro cachivache que utilizamos en el día a día y que, me temo, nos impondrán de forma arrolladora y cotidiana, con o sin nuestro consentimiento. Pero una herramienta, nada más.

La utilización de tecnología en educación opera según los parámetros de la sociedad, que deben actualizarse continuamente. Resulta de especial interés analizar el uso de las redes sociales en los formatos existentes en cada momento. Por ejemplo, la irrupción de los formatos cortos, ya sea en TikTok o en Youtube Shorts, por poner dos ejemplos populares, o de las historias que proporcionan una narrativa mediante la sucesión de eventos de distintos elementos, como en las stories de Instagram.

En este caso, la universidad debe realizar un observatorio de esas tecnologías para adecuarse de manera ágil y proporcionar un canal de comunicación adaptado a lo que utilicen los usuarios objetivo, conforme con los contenidos de cada ámbito científico y la metodología elegida por el centro educativo. Por tanto, es imprescindible moverse con el ritmo de los tiempos, de acuerdo con el mundo exponencial en el que vivimos, intentando trascender métodos tradicionales de esta época digital, como simples ficheros PDF o correos electrónicos.Un elemento para tener en cuenta es la irrupción de forma popularizada de la inteligencia artificial generativa. Si bien la inteligencia artificial existe desde hace 70 años y la generativa desde hace dos, se ha vuelto popular recientemente con el uso de asistentes virtuales conversacionales de acceso sencillo y utilización fácil.

Dado que la utilización de tecnologías de la información y la comunicación para educación por medios digitales resulta algo cotidiana, conviene resaltar que la inteligencia artificial generativa está suponiendo una revolución.

Tanto por generación de contenidos, como por consumo de estos, como por todos los intangibles que conlleva eso, como derechos de autor, atribución, posible plagio, réplicas, clonaciones de audio, video o voz, etcétera. Con este contexto tan actual, la universidad debe pronunciarse.

Por un lado, con el diseño de una política institucional que permita contextualizar la utilización de inteligencia artificial en labores cotidianas de aprendizaje, enseñanza, investigación y gestión académica.  Esta política se puede establecer en formato de declaración (como la recientemente publicada por UNIR y el grupo PROEDUCA), de manifiesto, de estrategia, de protocolo o de declaración de principios, simplemente para orientación de la comunidad universitaria. Pero, en cualquier caso, debe dejar clara la postura de cada universidad o centro de educación superior (y, para el caso, de un centro educativo de cualquier nivel) y de los miembros que la componen, o unas líneas definidas de lo que resulta aceptable y de lo que no, desde su punto de vista.

Por otro lado, esa estrategia debe concretarse en acciones tácticas específicas a modo de recomendaciones, guías o indicaciones paso a paso. De esta manera, cualquier miembro de la comunidad universitaria dispondrá de un marco claro para aplicar según el caso.

Es justo entre estos dos instrumentos el momento en el que los aspectos intangibles más allá del desarrollo tecnológico y de la utilización de esa tecnología cobran importancia. Por ejemplo, el plagio, la atribución de titularidad, la privacidad de los datos, el uso sesgado de los mismos, y, en conjunto, la utilización ética de esa inteligencia artificial. 

Esto no resulta nada nuevo, sino que comprende cualquier aspecto de la actividad universitaria, con y sin tecnología, con y sin inteligencia artificial.

Es decir, la utilización ética de cualquier artefacto en cualquier ámbito, incluida la Universidad, resulta un derecho y un deber irrenunciables del ser humano.

La buena o mala utilización de recursos o servicios depende de la naturaleza humana, influida por la circunstancia que decía el pensador Ortega y Gasset, pero sin duda vinculada indisolublemente a la persona y al grupo o al contexto social.

Hablar de inteligencia artificial y ética implica únicamente la novedad de la popularización reciente de un ámbito científico con decenas de años de existencia, pero siempre basada en las diversas capas de interacción que cualquier aspecto innovador supone para la sociedad o, como en este caso, algo más concreto, para la capa universitaria.

No desliguemos, pues, lo importante, cuando hablamos de inteligencia artificial, que es la persona, como centro: la inteligencia artificial será tan buena o tan mejorable como el individuo que la diseñe y el individuo que la utilice, exactamente igual que cualquier otro recurso existente en cualquier ámbito, en cualquier época, y no únicamente en el mundo digital actual.

Daniel Burgos*

Vicerrector de Proyectos Internacionales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y presidente de MIU City University Miami.