Los banqueros a dieta

Gonzalo Sevilla Nieto | [email protected]

La Revolución Juliana derivó en importantes cambios en el sistema financiero del Ecuador, empezando por la creación del Banco Central, la Superintendencia de Bancos y la Contraloría General del Estado.

Estas instituciones emprendieron en controles radicales a los bancos que actuaban discrecionalmente en las finanzas y en las operaciones tanto públicas como privadas del país.

Una de las más significativas transformaciones fue la que el Banco Central se constituyó en el exclusivo ente para emitir monedas y billetes. Aquella decisión afectó a los grandes bancos, sobre todo, a los que funcionaban en la costa, que emitían billetes sin el correspondiente respaldo en oro; con  lo cual, se produjo una inflación gigantesca, el poder adquisitivo del sucre bajó a niveles inéditos, los salarios estaban congelados;  las  distorsiones entre lo que ganaban, por ejemplo,  los trabajadores de los ingenios azucareros que llegaba a S/2.49 diarios, los obreros del ferrocarril ganaban S/1.20 y, los obreros de la sierra, a duras penas ganaban 0.50 centavos de sucre por día de trabajo. Además, el sucre tuvo importantes devaluaciones respecto de su cotización con el dólar pues, en 1919 se cotizaba, desde fines del siglo XIX, en S/.2,00 por dólar, en 1921, ya había llegado a S/.4.90.

Con el propósito de contextualizar la evolución y el avance financiero, y antes de entrar a detallar a los protagonistas que han administrado y manejado los bancos más importantes del país, en relación a lo manifestado en líneas anteriores, es importante mencionar las causas de las crisis bancarias que el país ha vivido a lo largo de más de un siglo y que se han convertido en razones endémicas en la administración de los bancos ecuatorianos, lógicamente, con pocas excepciones de rigor.

Según un estudio realizado por analistas de la Universidad de la Fuerzas Armadas, los factores estructurales que han provocado las crisis financieras se pueden citar: El rezago de la supervisión bancaria, la regularización prudencial frente al rápido proceso de liberación financiera, constante violación del marco legal, falta de transparencia de la información, administración inadecuada de los riesgos (crédito, liquidez, tasas de interés, entre otros), mal manejo bancario relacionado especialmente con operaciones fraudulentas como préstamos vinculados, excesivo número de instituciones financieras frente al reducido tamaño del mercado y, sin duda, el deterioro del entorno macroeconómico.

Estas practicas que se dieron al inicio de la banca se han repetido en cada crisis y han creado nuevos mecanismos como son la sobre tasas que  cobraban los banqueros por debajo de la mesas y sobre los intereses oficiales y legales, la compra o recepción de activos para los propietarios de los bancos, la tercerización de las inversiones que cuando tenían buenos resultados eran en beneficios de los propietarios del sistema financiero y cuando les iban mal eran a cargo de los pequeños accionistas y especialmente de los depositantes que perdían sus bien ganadas fortunas.

Jamás se permitía que un banco o sus accionistas se adjudiquen las propiedades rematadas por créditos vencidos, era obligación venderlos en públicas subastas impidiendo la conservación de los bienes, peor que un banquero, administrador o accionistas o sus familiares tengan créditos vinculados u operaciones con oscuros fidecomisos como figura genial desarrollada en la evolución del estruche criollo.

Todas estas prácticas fueron drásticamente reducidas por la Revolución Juliana y volvieron con auge a ser practicadas y puestas en auge con la crisis del siglo pasado. Aprendieron y mejoraron sus prácticas. Así mismo los organismos de supuesto control se han ido degradando para ser en realidad la llamada Superintendencias de Bancos un organismo controladas por los llamados a controlarlos. Igual la Superintendencia de Compañías cuyas practicas ilegales han permitido el saqueo de instituciones financieras con carácter social.

También hablaremos de los banqueros de transición, patriotas que entendieron que los capitales o depósitos son del público y por lo tanto sagrados e intocables y que generaron una transición que la haremos bajo el emblema que el Ecuador también y por varias décadas, que enorgullecieron la actividad y apoyaros el desarrollo y la actividad de sus clientes y no las suyas. Hay que puntualizar que los controles y cambios de la Revolución Juliana, causaron una hecatombe en los sectores plutocráticos y en la llamada bancocracia y no hay relatos históricos detallados que junto con el impulso a la salud y a la educación el gran impulsador fue el Presidente Isidro Ayora quién luego del ejercicio del poder no pudo ya vivir en el país, se auto expatrió y murió en el exilio, dejando un claro mensaje para aquellos que pretendan lesionar los interesas económicos de los grandes grupos.

 Francisco Urbina Jado y el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil
Con estos antecedentes, es necesario mencionar los acontecimientos que se estaban produciendo entre los banqueros de la costa con los de la sierra.

El banco más grande del país era el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, cuyo propietario fue, Francisco Urbina Jado, hijo del general José María Urbina Sáenz de Viteri, expresidente de la República que gobernó desde 1851hasta 1856. Este banco fue creado en 1894, tenía facultad emisora y se convirtió en la base económica de la exportación, de la industria y del comercio del puerto principal. (Diario El Telégrafo, 14 de septiembre de 2014).

Francisco Urbina Jado, según el historiador Rodolfo Pérez Pimentel, fue un banquero que ponía en circulación sus propios billetes que imprimía en Londres y llegaban a Guayaquil en cajones. Un secretario los abría, sacaba los fajos nuevecitos y se los presentaba a don Pancho en forma de abanico para que los firmara con su canutero y entraban en circulación.

Aquello le dio a Urbina un gigantesco poder económico y político pues, tan pronto había suficientes billetes inorgánicos, el principal beneficiario de esa ficticia liquidez monetaria, era el Estado que, vía empréstitos, disponía de los recursos para la ejecución de obras y cubrir su abultada necesidad de fondos para enfrentar pago de sueldos y todos los gastos que tenía que financiar.

Luis Napoleón Dillon, el banco central y el regionalismo

El 9 julio de 1925 se produjo una sublevación de jóvenes militares que estalló en Guayaquil. Estaban dirigidos por el mayor Idelfonso Mendoza Vera; en Quito, el golpe de Estado estuvo al mando del general Francisco Gómez de la Torre, el único oficial de alta graduación que había tomado parte en la conspiración que terminó con la renuncia del presidente de la República, señor Gonzalo Córdova.

Derrocado Córdova, y luego de la conformación de una Junta Militar integrada por los militares sublevados, resolvieron constituir una Junta Provisional de Gobierno que estuvo a cargo del economista Luis Napoleón Dillon, el doctor José Rafael Bustamante y Francisco J. Boloña. Posteriormente, la Junta Provisional fue sustituida por una nueva, para lo cual, se llamó al doctor Isidro Ayora, a los señores Humberto Albornoz, Homero Viteri Lafronte, Julio Moreno, Adolfo Hidalgo, José Antonio Gómez Gault y Pedro Pablo Egüez Baquerizo. Este gobierno múltiple se mantuvo hasta el 31 de marzo de 1926, porque el ejército nombró al doctor Isidro Ayora como Presidente Interino. (Vistazo/septiembre de 1956) 

En este contexto, Luis Napoleón Dillon, fue considerado como uno de los personajes que apoyó el proceso revolucionario que terminó con la influencia de la banca costeña; sin embargo, hay otra versión que se construye sobre la base de su condición de banquero.

Él deseaba emitir moneda a través de su institución crediticia, La Sociedad de Crédito Internacional, empresa que, según Christian Naranjo, en su estudio, “Luis Napoleón Dillon: su rol en la fundación del Banco Central y su análisis de la crisis económica”, fue la que financió la creación de la fábrica La Internacional, industria textil de las más grandes e importantes del país, además, financió la construcción de la planta eléctrica de Quito; por lo tanto, al estar en condiciones financieras adecuadas y contar con el respaldo necesario para que se le autoricen las emisiones, el gobierno, por influencia de Francisco Urbina Jado, no le permitió poner en circulación los billetes, y ese fue el origen de una rivalidad personal e institucional terrible entre la banca de la costa y la de la sierra, pues, con la creación del Banco Central, el banco de Urbina fue conducido a su cierre y liquidación definitiva.

El antagonismo generado por esta situación fue descrito por el banquero Víctor Emilio Estrada en una denuncia que formulara después del colapso del Banco Comercial y Agrícola:

“Cuando por breves semanas desempeñé el Ministerio de Hacienda, en el año 1934, tuve el derecho de trastear en algunos cajones de ese Ministerio, y allí encontré la razón del 9 de Julio. EL SR. DILLON HABÍA QUERIDO POCO TIEMPO ANTES; PONER EN CIRCULACIÓN SUS PROPIOS BILLETES HIPOTECARIOS EMITIDOS POR LA SOCIEDAD DE CRÉDITO INTERNACIONAL; sin pararse en pelillos había ordenado a la American Bank Note, la emisión de los correspondientes billetitos, procedió sin mayor trámite a emitirlos y llenó inclusive la formalidad de registrarlos ante un escribano del Cantón Quito, como se puede ver por la firma estampada en el fotograbado del reverso de los billetes. Cuando el Sr. Urbina conoció ese proyecto inflacionista, lo comunicó al Gobierno y éste impidió que el Sr. Dillon sacara a circular tales billetes.

Desde el momento que Dillon se dio cuenta de que el Sr. Urbina y el Banco Agrícola se oponían a estas emisiones inflacionistas destinadas a permanecer años en la circulación, tantos años como durasen las hipotecas, se convirtió en un enemigo jurado del Agrícola y de su Gerente, y preparó rápidamente la revolución que dio al traste con ese Banco y que poco después llevó al sepulcro a su distinguido Gerente”. (El Universo/Arosemena, 2002, p. 132)

Estos antagonismos causados por razones económicas y políticas, exacerbó un regionalismo pernicioso que ha gravitado negativamente en el país a lo largo de décadas.

Victor Emilio Estrada y el Banco La Previsora
Luego de la Revolución Juliana y con la llegada al país de la Misión Kemmerer, traída por el doctor Isidro Ayora, que gobernó desde 1926 hasta 1931, se emprendió en un proceso de modernización del Estado y la reestructuración del sistema bancario en el Ecuador, empezando por la creación del Banco Central, entidad autónoma que, como se mencionó más arriba, a partir de entonces, sería la única autorizada para emitir billetes y monedas y, consecuentemente, se retiró esa facultad a la banca privada. En el año 1920, por iniciativa del señor José Abel Castillo, Director del diario guayaquileño, El Telégrafo, y el señor Bettino Berlinni, comerciante italiano, fundaron el banco La Previsora, que empezó como una pequeña caja de ahorros si se la comparaba con los otros bancos poderosos

como el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, el Banco del Ecuador o el banco de Crédito de Crédito Hipotecario.

El primer Gerente (no accionista) de La Previsora fue el señor Vïctor Emilio Estrada Sciacaluga, ilustre ciudadano guayaquileño que, desde muy joven, se desempeñó acertadamente dirigiendo una empresa contratista del Estado que estaba encargada de llevar a cabo un sistema privado de recaudación de rentas. Con esa función, Emilio Estrada, ayudó a poner en orden la hacienda pública. Con sentido emprendedor y revolucionario logró transformar la caja de ahorros en uno de los bancos más importantes del país; y, él, se constituyó en uno de los banqueros más respetados del país al haber manejado de manera profesional y enmarcada en condiciones exitosas, por más de 34 años, uno de los bancos más grandes del país. Con el paso de los años, en 1999, cuando todo el sistema financiero del Ecuador entró en una situación terriblemente crítica, el banco La Previsora fue fusionado por absorción por el Filanbanco, operación financiera que fue muy cuestionada.

En otro artículo se singularizarán las tortuosas rutas por las que transitaron muchos bancos grandes y pequeños y que los llevaron a su desaparición.

Gonzalo Sevilla Nieto
[email protected]