Hechos de terror

Por: Franklin Barriga López

Centenares son los comunicadores muertos en México y Colombia. Quienes se desenvuelven en los campos del delito, les ofrecen a los reporteros primicias noticiosas y los secuestran, cuando no les matan a quemarropa, antes de emplear este tipo de trampas. El objetivo es intimidar y evitar que la prensa denuncie actos indebidos.

En la vecina nación, dos crímenes de periodistas de alto nivel reflejan las crueldades del narcoterrorismo, a lo largo de medio siglo: Diana, directora y presentadora de un muy difundido programa televisivo, hija del expresidente Julio César Turbay Ayala, fue muerta luego de ser secuestrada; Guillermo Cano Izasa, uno de los íconos del periodismo, de la tercera generación de los dueños de ‘El Espectador’ sufrió el atentado que le quitó la vida cuando salía de su periódico.

El Centro Nacional de Memoria Histórica (Bogotá) publicó la obra “Una sociedad secuestrada” que presenta datos, verídicos y estremecedores, de lo acontecido en la República de Colombia, de vasta experiencia en narcoterrorismo.

Íngrid Betancourt, excandidata presidencial, candidata al Premio Nobel de la Paz, protagonizó una espectacular fuga, después de haber estado seis años cautiva en la selva; reveló: “Yo les había dado la mano a Marulanda, al Mono Jojoy, a Raúl Reyes y eso me hizo creer que había un clima de diálogo entre nosotros y que yo estaba de alguna manera cubierta de sus acciones terroristas”.

Escribo este artículo con pena e indignación en homenaje a los cuatro militares y a los tres periodistas de Diario El Comercio vilmente asesinados por el narcoterrorismo, al que se le tiene que cortar de raíz, antes de que prolifere en nuestro Ecuador que requiere, urgentemente, apoyo internacional para enfrentar este latente, atroz peligro.

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