Panorama desalentador

CARLOS CONCHA JIJÓN

Sin duda que el país atraviesa una triste y cruel realidad, envuelto emocionalmente entre la angustia y la desazón que impactan a una atribulada conciencia nacional. Los hechos elocuentes constituyen un panorama desolador que irradia el desconsuelo, porque ya no es la dignidad la que da lustre, ni el hombre es fraternal en sus elevadas acciones.

Nos sentimos amilanados ante el avasallamiento; sometidos por aquellos que sobreponen la fuerza bruta o el poder del desgobierno, al derecho; dormimos bajo el peso de la intranquilidad y soportamos la violencia sin rebelarnos; somos presas del más audaz, en el entorno en que vivimos, con un círculo lleno de indolencia. Sucumbimos al maltrato ejercido por la misma sociedad, que muchas veces es injusta; sentimos el malestar que produce el hambre, nos deprime la falta de trabajo; las enfermedades diezman a la colectividad y la angustia se apodera de los pueblos.

El narcotráfico, como la más desgraciada lacra social, se ha ido adueñando de muchos espacios de la sociedad, porque es fuerza compradora de conciencias, con el valor corrupto del dinero, sin que la sociedad haya sido capaz de derrotarlo, porque aquel es destructor de cualquier resistencia, aunque esté amurallada en la moralidad que está muy deprimida. Los principios que rigen la conducta bien hechora de los pueblos han desaparecido entre vastas selvas forestadas con inmensos árboles de corrupción, que impiden que llegue la luz de la justicia donde no se respira oxígeno, pero sí el humo asfixiante de la inmoralidad.

Todo se desacredita, todo tiende a desvalorizarse por la fuerza inusitada de violencia, por el abandono y desgobierno de autoridades seccionales y nacionales que se obligan inusitadamente al silencio y la complicidad, destruyendo todo principio de decencia. ¿Acaso estamos frente a un holocausto infamante para la colectividad? Siendo así o no, tenemos que luchar por encontrar la fórmula que nos permita redimirnos de la injusticia; debemos ser o por lo menos tratar de ser: “átomos de nuestra propia masa”.

[email protected]