La vejez

CARLOS CONCHA JIJÓN

Muchos temen llegar a la vejez, sabiendo que este es el tramo final del recorrido de existencia, que inexorablemente conducirá a la muerte, como último abrazo a nuestra vida, camino a recorrer, que no debiera preocuparnos, más bien debemos aceptar de una manera tranquila los designios de la vida, material y espiritual. Generalmente entristecemos cuando estamos penetrando en esa etapa de las primeras canas, que debería ser placentera y determinante, que nos permite pensar que estamos pisando firmes en este mundo, después de un largo recorrido con el respaldo de muchas experiencias bien hechoras.

Si la vejez preocupa a algunos hombres en varios aspectos, como el tinturado de cabello, es un poco más notable en las mujeres, que cuando pintan canas se agudiza el cuidado del cabello y los pincelazos en su cutis para más tarde los consabidos estiramientos de la piel. Es obvio que el paso del tiempo sobre nuestra humanidad, va dejando huellas que no se borran, porque estamos sujetos a un desgaste físico e intelectual que es fácilmente descubierto en nuestra vida cotidiana, sin embargo, también aparece en nosotros una voluntad que tratará de vencer esas deficiencias propias de la vejez.

Al ocaso del sol lo resaltamos como una pintura natural, en el adiós de una tarde soleada, pero cuando iniciamos nuestro ocaso, quizás somos los primeros en desconocer esa realidad implacable, que marcha imperturbable en su cometido: llegar a la vejez. Muchos que llevaron una vida un tanto desorganizada, seguramente van a tener que soportar los estragos del paso del tiempo, como degaste, con mayor grado, como también les abrazará un temprano amanecer de la vejez.

Con la vejez al recordar el pasado, habrá quienes se lamenten por no haber hecho lo contrario de lo malo que hicieron, otros creerán haber sido felices o infelices, pero creo que casi nadie reconocerá sus malas actuaciones dentro de la sociedad, pues, lo malo, seguramente, lo guardarán para siempre, como remordimiento.

[email protected]