El gran inquisidor

Eduardo Naranjo Cruz

Los últimos tiempos muestran un desborde de odio y venganza en la tumultuosa, oscura y movediza ciénaga política, no somos ni de lejos un país de gente con razonamiento y parsimonia, prevalecen las pasiones signo de primitivismo.

El hecho de que el anterior gobierno haya tratado de cambiar esta sociedad a rajatabla, cometiendo varios graves errores, como tocar a los intocables e incluir desgraciadamente en su nómina a varios aprendices de gánsteres, que debido a la oportunidad del mercado petrolero tuvieron suficiente dinero, no es razón para decir que todo fue malo.

La movida de construir un Concejo de Participación Ciudadana encabezado por un discípulo jesuita, es grave, pues su implacabilidad sobrepasa los límites mostrándose que son el brazo de la furia, destituyendo a todos los que ejercían funciones de control, con escuetos análisis o simplemente por haber sido nombrados por el anterior gobierno.

Seguro que, dentro de todo ese montón de funcionarios desechados habrá unos cuantos buenos, como otros tantos malos, pero si no tenían un conocido en el nuevo régimen nadie los salvaba del poderoso brazo de la novel inquisición que mandó a todos a la hoguera y quién sabe, si tuviésemos el poder de auscultar las vidas “pulcras” de los nuevos, a lo mejor enmudeceríamos de asombro.

No es posible construir un país de esta forma, seguimos como hace doscientos años, primitivos, llenos de codicia y envidia, sin mirar lo que permanece, infraestructura, energía eléctrica, conectividad, salarios dignos, salud y más, así la enorme reducción de tarifas telefónicas y de internet, es necesario ser de principios sin necesidad de ser partidario de nadie, pero lamentablemente no es así, el que no está con unos ¿deberá estar con los otros? Una democracia tiene matices.

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