Inundaciones y deslizamientos tienen a 27 familias en refugios

DESESPARACIÓN. Las 17 familias damnificadas del sector 50 Casas, entraron en la angustia luego de casi tres años fuera de su hogar y sin tener una respuesta a corto plazo.
DESESPARACIÓN. Las 17 familias damnificadas del sector 50 Casas, entraron en la angustia luego de casi tres años fuera de su hogar y sin tener una respuesta a corto plazo.

Sixta Betancourt, de 65 años, habitante del sector 50 Casas al sur de la ciudad de Esmeraldas, falleció hace 12 doce días (hoy) y no pudo cumplir su deseo de volver a tener una casa para vivir en armonía con su familia.

Ella integraba la lista de afectados por las inundaciones del 25 de enero de 2016, que dejó 7.000 familias sin viviendas y los enseres del hogar. De esa cantidad, 17 familias del sector 50 Casas están refugiadas actualmente donde antes funcionó el colegio Isla Piedad, junto a la ribera del Esmeraldas.

Según información facilitada en el albergue, la salud de la adulta mayor fallecida se agudizó por la incertidumbre en que vivía en ese sector, por los atropellos causados por los moradores que no los aceptaban y por no tener un espacio adecuado y digno para vivir.

Precarias condiciones

Neila Castañeda, otra de las damnificadas quien está enferma de diabetes e hipertensión, vive en un aula de lo que fue ese colegio junto a sus dos hijos, donde ahora transcurre su vida cotidiana que es el tercer albergue luego de resultar damnificada; antes estuvo en la escuela Camilo Borja y en La Tolita 1, “Aquí todo es incómodo”, aseguró.

Las divisiones de los cuartos están hechas con sábanas y plásticos de color negro; la cocina funciona en un rincón de la misma aula y los tres baños que hay los utilizan todas las familias”. En esas condiciones viven cinco menores de un año, dos adultos mayores, 20 personas más entre adolescente, jóvenes y 69 adultos.

Su ‘vivienda temporal’ no es nada agradable. La infraestructura educativa está en proceso de deterioro. El techo de las aulas presenta agujeros y por allí se filtra el agua de la lluvia, mientras que las cañerías de los sanitarios están taponadas.

Viven con temor

El agua que consumen no es segura, porque es almacenada en canecas y galones sin tapar, lo cual ha provocado la proliferación de zancudos que les pican con frecuencia durante el día; en la noche utilizan los toldos.

“Tememos que nuestros hijos se enfermen más, ahora están con granos en la piel, gripe y que otra vez nos inundemos con las lluvias que ya mismo llegan, como ocurrió en el invierno de 2017, cuando el agua entró a las aulas y subió 30 centímetros”, refirió Nancy Angulo, de 50 Casas, agregando que el sitio no es adecuado para que los niños y jóvenes crezcan en un ambiente sano y con esparcimiento.

Otra de las preocupaciones que mantiene a estas familias al punto del colapso, es que los vecinos del lugar los atosigan para que salgan del sitio. “Nos tiran piedras al techo a cualquier hora, tienen amenazados a nuestros hijos, por ese motivo hay días que no los enviamos a clases para evitar alguna desgracia”, comentó Jacinta Charcopa, representante del grupo de damnificados.