Mónica Ojeda: una escritora desafiante y arriesgada

ESTUDIOS. Tiene un título de máster en creación literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), donde vive actualmente.
ESTUDIOS. Tiene un título de máster en creación literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (España), donde vive actualmente.

CARLO CELI

La escritora guayaquileña Mónica Ojeda, una de las figuras femeninas más destacadas de la literatura ecuatoriana contemporánea, la semana pasada pasó a formar parte del listado realizado por diario El País, que recopila los 50 mejores libros de 2018.

‘Mandíbula’ es la obra que publicó este año y por la cual Ojeda ha recibido varios reconocimientos, tanto local como internacionalmente, un texto que aborda el ‘thriller’ dentro de un escenario más que terrorífico: un colegio dirigido por el Opus Dei.

Más allá de su novela y de reflexionar sobre este trabajo, Mónica conversó con diario La Hora acerca de la literatura ecuatoriana femenina, sus proyectos actuales y el compromiso que tiene con su vida literaria.

¿Cómo tomaste la noticia de pertenecer a una lista tan destacada, que considera a tu obra como una de las más importantes del año?

Me puse muy contenta. La verdad es que recibí la noticia con mucha alegría y satisfacción, porque para mí esto significa que mi literatura ha llegado a los ojos de muchos lectores y que estos han encontrado una conexión especial con lo que estoy escribiendo, eso es precisamente lo que busco. La verdad es que sí estoy terriblemente contenta.

Actualmente, hay más visibilidad de la literatura ecuatoriana construida desde las mujeres. ¿Qué opinas de que este aspecto tome cada vez más fuerza y a qué crees que se deba?

Creo que se debe a que estamos escribiendo mejor que los hombres (risas). Genuinamente es así. Lo que ha ocurrido es que hemos vivido por mucho tiempo en una cultura literaria bastante misógina. Quienes hacían la historiografía literaria en Ecuador, básicamente y sobre todo eran hombres académicos. Los que acudían a las ferias de libros también eran escritores hombres. Si vemos los currículos universitarios de las carreras de literatura, vamos a ver que hay una predominancia de literatura escrita por hombres y las de mujeres son una excepción.

Esto no se debe a que no hayamos tenido escritoras de excelentísima calidad, sino a que la misoginia literaria ha construido una imagen del artista escritor como un ente masculino y no ha concebido la posibilidad de que una mujer tenga el mismo talento y habilidad de escritura que un hombre. Esto ha permeado durante muchísimo tiempo, en la tradición literaria, a los lectores y que estos eligieran leer novelas, libros de cuentos y poemarios de hombres antes que los escritos por mujeres.

Creo que eso ahora ha cambiado radicalmente y los lectores de hoy leen a mujeres y a hombres por igual y se están dando cuenta de que en este momento, especialmente en la literatura ecuatoriana, quienes estamos escribiendo algo más desafiante y arriesgado somos las mujeres. También hay hombres ecuatorianos que están haciendo cosas interesantes, pero en su mayoría creo que ahora estamos destacando las escritoras y estamos en un momento histórico en el que no se nos discrimina tanto, como antes, por ser mujeres en la literatura.

En una entrevista con la escritora María Fernanda Ampuero, ella recalca que te considera una de las más importantes escritoras ecuatorianas actuales y que tu compromiso con la literatura es impresionante.

Quiero devolver el cumplido que María Fernanda me ha hecho y decir que yo también la considero una de las escritoras ecuatorianas y latinoamericanas más importantes del momento.

El Dato
Sus dos anteriores obras son ‘La desfiguración Silva’ (2015) y ‘Nefando’ (2016).¿Cómo has llevado a cabo este compromiso tuyo con la literatura para lograr que tus obras tengan trascendencia internacional?

En mi caso, nunca empecé ni escribo pensando en mi proyección internacional. El personaje de escritora no me interesa. Escribo desde un compromiso, desde la propia literatura y trabajo personal y experiencial. A través de esta labor íntima con mi escritura, yo creo que consigo conmover, inquietar, interrogar a otras personas y me creo una comunidad de lectores. Es natural que el trabajo que hagas se produzca desde un lugar natural y en pleno compromiso con lo único que no hace ruido, que es la verdadera literatura.

¿El hecho de vivir en España te ha dado otra perspectiva acerca de la literatura y de la industria de las letras?

Pues sí. Me ha dado una nueva perspectiva que tiene que ver con conocer los entresijos del mundo editorial y del mundo del periodismo cultural, de las reseñas, los críticos y los lectores, que era algo que yo desconocía antes de irme a vivir a España, porque antes de mudarme yo realmente no tenía mucho contacto con eso.

Conocer todo este mundo desde adentro es fascinante, pero en realidad me interesa en un sentido mínimo. Prefiero escribir. Escribir es un acto más solitario, de comunión contigo mismo y está muy distante a la parafernalia antes mencionada, aunque la parafernalia es necesaria, porque todo escritor (y me incluyo) escribe para que le lean, ahí entra toda esta industria y mecanismo de promoción de autores que es el que permite que nos lean. Me alegra que mi papel sea el de escribir y que sean mis editores quienes hagan todo lo demás (risas).

¿Qué preparas para 2019, alguna obra para este año que viene?

No sé si mi próxima novela salga en 2019, porque todavía la estoy escribiendo y no sé cuándo la terminaré. Esta va sobre una mezcla entre gótico andino, obsesión con las amputaciones, gemelas, cacería salvaje y otro aspecto que me interesa mucho últimamente, que es la criptotaxidermia. Es mucho más profundo que lo que estoy describiendo, aún no es una novela terminada.