Barbarie

Freddy Rodríguez

No cabe otro calificativo: ¡BARBARIE! Lo ocurrido el martes pasado en la parroquia Posorja, en Guayaquil, fue un crimen injustificable, atroz, abominable. El populacho, enardecido por un falso rumor sobre un posible secuestro de unos niños, arremete furioso en contra de dos hombres y una mujer que se encontraban en una celda, por haber cometido presuntamente un robo, y los linchan, los incineran, los masacran. De lo que se conoce, jamás hubo un secuestro de niños, ni siquiera la intención de hacerlo, pero la turba irracional no midió las consecuencias de sus actos, sacó a relucir sus primitivos instintos, y cometió el execrable crimen.

Aún en el supuesto que hubiese existido el secuestro de los menores, nada, absolutamente nada, justifica que un grupo de personas intente “hacer justicia (¿justicia?) con mano propia”, porque dizque las autoridades policiales y judiciales son incompetentes. ¡Terrible! No es raro encontrar en varios sitios del país, inclusive aquí en Ambato, leyendas del siguiente tenor: “ladrón que sea capturado, será ajusticiado”. ¿Qué nos pasa? ¿A qué grado de descomposición está llegando nuestra sociedad?

Es cierto que indigna que, en muchas ocasiones, algunos miembros de la fuerza pública y algunos fiscales o jueces no actúan con la diligencia y rectitud que se requiere y, por ineficiencia o corrupción, no permiten que los delincuentes sean juzgados con todo el rigor de la ley, pero aquello no justifica que la gente tome a su cargo la decisión de “ajusticiar” al presunto delincuente. Si la barbarie de Posorja indigna, indigna también la reacción de mucha gente, aparentemente educada y culta que, especialmente en las redes sociales, ha expresado, directa o veladamente, su acuerdo con tan infame proceder, inclusive tildándonos de “hipócritas” a quienes condenamos esos violentos hechos. Me apenó sobremanera que un erudito y correcto intelectual y articulista, a quien he admirado siempre, a guisa de ironía o sarcasmo, lamentó que los “incinerados no hayan sido unos tres jueces que se venden y se compran”. Una sociedad que resuelve sus conflictos por fuera de la ley y usando la violencia, está condenada al fracaso.