TEXTO Y FOTOS: GÁREL BENALCÁZAR
Un coliseo oscuro, en el centro destaca una estructura iluminada y un hombre con un micrófono que con su voz retumba en toda la cuadra. El público presente aplaude y silba. Los boxeadores saltan de sus esquinas para desde el centro del ring iniciar el combate. Un gancho derecho, otro izquierdo: golpes de furia para noquear a su rival. Hombres, mujeres, niños y adolescentes, cada quien alienta al peleador que más le gusta. Un round, otro, y así las peleas terminan con un solo vencedor en cada lid. En el cuadrilatero hay hombres, pero también mujeres que no temen lanzar un golpe o abrazar a su rival para detener los embistes. Así transcurre una noche en el coliseo del colegio Eufrasia, en Quito, hasta que la noche llega a su punto estelar: el primer combate de Marlon Delgado como profesional. Él venció unanimemente al mexicano Orlando Vázquez, en medio del unísono coro: “Sí se puede”.