Nuestra ética desnuda

Diego Cazar Baquero

El lunes 16 de septiembre, Ecuador supo que los datos de más de 20 millones de sus ciudadanos, algunos ya fallecidos, han estado en manos de una empresa privada, en un servidor inseguro, ubicado en Miami.

Pero, ¿qué significa que nuestra información personal se haya filtrado así? Bueno, es algo parecido a que los demás sepan todo lo que estamos pensando en todo momento. No. Es aún más grave. Con nuestra información en manos equivocadas, podemos ser víctimas de estafas o de suplantación de identidad. La falta de protección de nuestros datos expone nuestros hábitos y nuestros gustos de consumo. Por eso son tan importantes las leyes que protegen los datos personales. Por eso es que en la era digital es tan importante la ética.

No es nada nuevo que entreguemos datos a diario. Lo hacemos cuando contratamos una línea telefónica, cuando compramos, cuando abrimos cuentas bancarias o cuando realizamos transacciones. Lo hacemos porque queremos probar a las empresas que somos confiables. Entregamos nuestros datos desde que nacemos, cuando recibimos atención de salud, cuando ingresamos a algún establecimiento educativo. Nuestros datos nos hacen confiables y gracias a ellos existimos. Por eso, lo que hagamos o dejemos de hacer con nuestra información es un asunto ético.

Ahora, ¿qué nos dan las empresas privadas y los Estados para probarnos que podemos tenerles confianza? Fueron los datos que se supone deben cuidar las instituciones públicas del Estado ecuatoriano los que aparecieron en el servidor de Miami, como propiedad de una empresa privada llamada Novaestrat. Los datos que deben estar bajo tutela y protección del Estado al que pertenecemos se filtraron. Entonces, ¿cuál es el nivel de transparencia que nos ofrecen para que les confiemos nuestras vidas? ¿Existen normas de seguridad informática para protegernos? ¿Cuánto han invertido los gobiernos en proteger nuestra existencia?

La confianza se ha perdido. Es hora de exigir que la ecuación se invierta y que las autoridades y funcionarios nos prueben su condición ética.

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