Consecuencias del paro nacional

Tenemos que aprender la lección y es mejor cuando se la obtiene en el propio pellejo. Las autoridades gobiernistas tienen la obligación de hacer una profunda reflexión de sus inercias, que fue uno de los señalamientos que hizo la clase indígena sobre ciertos ministros a los que los llamaron vagos y solo de escritorios, porque siempre repito que las personas estamos atentas a ver los errores ajenos y no nos damos cuenta que nosotros mismos estamos programados para reaccionar de la misma forma prejuiciosa y estereotipada como lo hicieron nuestros antepasados.

Un eminente escritor decía: “Debemos pelarnos como una cebolla, ir quitándonos capas de piel y luego revestirnos de nuevo; reeducarnos aprovechando de las cosas que nos fueron útiles e incorporando todas aquellas que se ajustan más a lo que somos en realidad”. Es fácil ver la viga en el ojo ajeno y por un mecanismo de defensa que en Psicología se llama transitivismo, siempre estamos atentos para echarle la culpa a los demás porque no aprendimos a comportarnos desde niños. Ahora el WhatsApp se presta para insultos, para inventos que crean sus débiles mentalidades tratando de desnaturalizar la personalidad de otros, igual sucede con las redes sociales y aquellos panfletarios que esconden su personalidad y protagonizan odio contra ciudadanos de buen vivir, porque les falta la valentía de poner una firma en sus actos que responden a reacciones viscerales.

La clase indígena que constituye más o menos un 12 a 15% del total de habitantes del país, ha despertado del siglo de despotismo que sufrieron por parte de terratenientes que atropellaron sus derechos y todavía recuerdo las páginas de la obra Huasipungo, de Jorge Icaza, que revela realidades crudas, tanto así que cuando se moría algún animal y entraba en descomposición, se lo regalaban para que se lo comieran. El que exige respeto debe empezar respetándose a sí mismo y ustedes no son seres de otra galaxia, sino hechos del mismo barro y arcilla de la tierra ecuatoriana. Aquí todos somos mestizos y por lo mismo derivamos de un mismo árbol genealógico.

Han comenzado a darse cambios en las Fuerzas Armadas, motivos tendrá el Presidente y ustedes amables lectores bien lo saben. Tenemos que aceptar que la Inteligencia Militar tuvo muchas fallas y a eso se debe el vandalismo que se dio. ¿Qué otros por menores existirán para tomar esa medida? dedúzcanlo y analícenlo.

Tenemos que aprender la lección y es mejor cuando se la obtiene en el propio pellejo. Las autoridades gobiernistas tienen la obligación de hacer una profunda reflexión de sus inercias, que fue uno de los señalamientos que hizo la clase indígena sobre ciertos ministros a los que los llamaron vagos y solo de escritorios, porque siempre repito que las personas estamos atentas a ver los errores ajenos y no nos damos cuenta que nosotros mismos estamos programados para reaccionar de la misma forma prejuiciosa y estereotipada como lo hicieron nuestros antepasados.

Un eminente escritor decía: “Debemos pelarnos como una cebolla, ir quitándonos capas de piel y luego revestirnos de nuevo; reeducarnos aprovechando de las cosas que nos fueron útiles e incorporando todas aquellas que se ajustan más a lo que somos en realidad”. Es fácil ver la viga en el ojo ajeno y por un mecanismo de defensa que en Psicología se llama transitivismo, siempre estamos atentos para echarle la culpa a los demás porque no aprendimos a comportarnos desde niños. Ahora el WhatsApp se presta para insultos, para inventos que crean sus débiles mentalidades tratando de desnaturalizar la personalidad de otros, igual sucede con las redes sociales y aquellos panfletarios que esconden su personalidad y protagonizan odio contra ciudadanos de buen vivir, porque les falta la valentía de poner una firma en sus actos que responden a reacciones viscerales.

La clase indígena que constituye más o menos un 12 a 15% del total de habitantes del país, ha despertado del siglo de despotismo que sufrieron por parte de terratenientes que atropellaron sus derechos y todavía recuerdo las páginas de la obra Huasipungo, de Jorge Icaza, que revela realidades crudas, tanto así que cuando se moría algún animal y entraba en descomposición, se lo regalaban para que se lo comieran. El que exige respeto debe empezar respetándose a sí mismo y ustedes no son seres de otra galaxia, sino hechos del mismo barro y arcilla de la tierra ecuatoriana. Aquí todos somos mestizos y por lo mismo derivamos de un mismo árbol genealógico.

Han comenzado a darse cambios en las Fuerzas Armadas, motivos tendrá el Presidente y ustedes amables lectores bien lo saben. Tenemos que aceptar que la Inteligencia Militar tuvo muchas fallas y a eso se debe el vandalismo que se dio. ¿Qué otros por menores existirán para tomar esa medida? dedúzcanlo y analícenlo.

Tenemos que aprender la lección y es mejor cuando se la obtiene en el propio pellejo. Las autoridades gobiernistas tienen la obligación de hacer una profunda reflexión de sus inercias, que fue uno de los señalamientos que hizo la clase indígena sobre ciertos ministros a los que los llamaron vagos y solo de escritorios, porque siempre repito que las personas estamos atentas a ver los errores ajenos y no nos damos cuenta que nosotros mismos estamos programados para reaccionar de la misma forma prejuiciosa y estereotipada como lo hicieron nuestros antepasados.

Un eminente escritor decía: “Debemos pelarnos como una cebolla, ir quitándonos capas de piel y luego revestirnos de nuevo; reeducarnos aprovechando de las cosas que nos fueron útiles e incorporando todas aquellas que se ajustan más a lo que somos en realidad”. Es fácil ver la viga en el ojo ajeno y por un mecanismo de defensa que en Psicología se llama transitivismo, siempre estamos atentos para echarle la culpa a los demás porque no aprendimos a comportarnos desde niños. Ahora el WhatsApp se presta para insultos, para inventos que crean sus débiles mentalidades tratando de desnaturalizar la personalidad de otros, igual sucede con las redes sociales y aquellos panfletarios que esconden su personalidad y protagonizan odio contra ciudadanos de buen vivir, porque les falta la valentía de poner una firma en sus actos que responden a reacciones viscerales.

La clase indígena que constituye más o menos un 12 a 15% del total de habitantes del país, ha despertado del siglo de despotismo que sufrieron por parte de terratenientes que atropellaron sus derechos y todavía recuerdo las páginas de la obra Huasipungo, de Jorge Icaza, que revela realidades crudas, tanto así que cuando se moría algún animal y entraba en descomposición, se lo regalaban para que se lo comieran. El que exige respeto debe empezar respetándose a sí mismo y ustedes no son seres de otra galaxia, sino hechos del mismo barro y arcilla de la tierra ecuatoriana. Aquí todos somos mestizos y por lo mismo derivamos de un mismo árbol genealógico.

Han comenzado a darse cambios en las Fuerzas Armadas, motivos tendrá el Presidente y ustedes amables lectores bien lo saben. Tenemos que aceptar que la Inteligencia Militar tuvo muchas fallas y a eso se debe el vandalismo que se dio. ¿Qué otros por menores existirán para tomar esa medida? dedúzcanlo y analícenlo.

Tenemos que aprender la lección y es mejor cuando se la obtiene en el propio pellejo. Las autoridades gobiernistas tienen la obligación de hacer una profunda reflexión de sus inercias, que fue uno de los señalamientos que hizo la clase indígena sobre ciertos ministros a los que los llamaron vagos y solo de escritorios, porque siempre repito que las personas estamos atentas a ver los errores ajenos y no nos damos cuenta que nosotros mismos estamos programados para reaccionar de la misma forma prejuiciosa y estereotipada como lo hicieron nuestros antepasados.

Un eminente escritor decía: “Debemos pelarnos como una cebolla, ir quitándonos capas de piel y luego revestirnos de nuevo; reeducarnos aprovechando de las cosas que nos fueron útiles e incorporando todas aquellas que se ajustan más a lo que somos en realidad”. Es fácil ver la viga en el ojo ajeno y por un mecanismo de defensa que en Psicología se llama transitivismo, siempre estamos atentos para echarle la culpa a los demás porque no aprendimos a comportarnos desde niños. Ahora el WhatsApp se presta para insultos, para inventos que crean sus débiles mentalidades tratando de desnaturalizar la personalidad de otros, igual sucede con las redes sociales y aquellos panfletarios que esconden su personalidad y protagonizan odio contra ciudadanos de buen vivir, porque les falta la valentía de poner una firma en sus actos que responden a reacciones viscerales.

La clase indígena que constituye más o menos un 12 a 15% del total de habitantes del país, ha despertado del siglo de despotismo que sufrieron por parte de terratenientes que atropellaron sus derechos y todavía recuerdo las páginas de la obra Huasipungo, de Jorge Icaza, que revela realidades crudas, tanto así que cuando se moría algún animal y entraba en descomposición, se lo regalaban para que se lo comieran. El que exige respeto debe empezar respetándose a sí mismo y ustedes no son seres de otra galaxia, sino hechos del mismo barro y arcilla de la tierra ecuatoriana. Aquí todos somos mestizos y por lo mismo derivamos de un mismo árbol genealógico.

Han comenzado a darse cambios en las Fuerzas Armadas, motivos tendrá el Presidente y ustedes amables lectores bien lo saben. Tenemos que aceptar que la Inteligencia Militar tuvo muchas fallas y a eso se debe el vandalismo que se dio. ¿Qué otros por menores existirán para tomar esa medida? dedúzcanlo y analícenlo.