Matamba cuida de su jardín ‘peculiar’

ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.
ESFUERZO. Ernesto Matamba, de 64 años, muestra una de las racimas de verde que pronto su mata de plátano le proveerá.

A sus 64 años, Ernesto Matamba cuida de su jardín un tanto diferente al de los demás, este no se ubica ni en la parte delantera o trasera de su sencilla morada, tampoco mantiene un huerto dentro de su vivienda y peor aún se concentra en la de una casa ajena.

Él, llama su jardín a casi todo el parterre central que se ubica en la avenida Eloy Alfaro, entre Quito y Abdón Calderón, y que desde hace cuatro años lo mantiene limpio de maleza y cultivando una infinita variedad de plantas.

Gran extensión

Entre ellas, el plátano, al menos unas 20 se extienden a lo largo del parterre y otras se concentran en un rectángulo, donde también siembra grosella china, fréjol, haba y arazá. “Antes también sembré badea, pero para ello tengo que hacerle su cama, ahora no hay espacio”, cuenta Matamba.

Ayer, el hombre imponía un orden, dejaba expedito el lugar, alargaba algunos cables y clavaba varios palos en la tierra, para construir un cerco y proteger así de los malos ciudadanos que atraviesan sin ningún cuidado todo su jardín.

“Aquí nadie se me ha robado un verde, las personas antes me los cuidan”, expresa con un tanto de emoción el anciano de 64 años, quien es padre de tres hijos, todo servidores policiales que trabajan en otras ciudades.

A sus 64 años, Ernesto Matamba cuida de su jardín un tanto diferente al de los demás, este no se ubica ni en la parte delantera o trasera de su sencilla morada, tampoco mantiene un huerto dentro de su vivienda y peor aún se concentra en la de una casa ajena.

Él, llama su jardín a casi todo el parterre central que se ubica en la avenida Eloy Alfaro, entre Quito y Abdón Calderón, y que desde hace cuatro años lo mantiene limpio de maleza y cultivando una infinita variedad de plantas.

Gran extensión

Entre ellas, el plátano, al menos unas 20 se extienden a lo largo del parterre y otras se concentran en un rectángulo, donde también siembra grosella china, fréjol, haba y arazá. “Antes también sembré badea, pero para ello tengo que hacerle su cama, ahora no hay espacio”, cuenta Matamba.

Ayer, el hombre imponía un orden, dejaba expedito el lugar, alargaba algunos cables y clavaba varios palos en la tierra, para construir un cerco y proteger así de los malos ciudadanos que atraviesan sin ningún cuidado todo su jardín.

“Aquí nadie se me ha robado un verde, las personas antes me los cuidan”, expresa con un tanto de emoción el anciano de 64 años, quien es padre de tres hijos, todo servidores policiales que trabajan en otras ciudades.

A sus 64 años, Ernesto Matamba cuida de su jardín un tanto diferente al de los demás, este no se ubica ni en la parte delantera o trasera de su sencilla morada, tampoco mantiene un huerto dentro de su vivienda y peor aún se concentra en la de una casa ajena.

Él, llama su jardín a casi todo el parterre central que se ubica en la avenida Eloy Alfaro, entre Quito y Abdón Calderón, y que desde hace cuatro años lo mantiene limpio de maleza y cultivando una infinita variedad de plantas.

Gran extensión

Entre ellas, el plátano, al menos unas 20 se extienden a lo largo del parterre y otras se concentran en un rectángulo, donde también siembra grosella china, fréjol, haba y arazá. “Antes también sembré badea, pero para ello tengo que hacerle su cama, ahora no hay espacio”, cuenta Matamba.

Ayer, el hombre imponía un orden, dejaba expedito el lugar, alargaba algunos cables y clavaba varios palos en la tierra, para construir un cerco y proteger así de los malos ciudadanos que atraviesan sin ningún cuidado todo su jardín.

“Aquí nadie se me ha robado un verde, las personas antes me los cuidan”, expresa con un tanto de emoción el anciano de 64 años, quien es padre de tres hijos, todo servidores policiales que trabajan en otras ciudades.

A sus 64 años, Ernesto Matamba cuida de su jardín un tanto diferente al de los demás, este no se ubica ni en la parte delantera o trasera de su sencilla morada, tampoco mantiene un huerto dentro de su vivienda y peor aún se concentra en la de una casa ajena.

Él, llama su jardín a casi todo el parterre central que se ubica en la avenida Eloy Alfaro, entre Quito y Abdón Calderón, y que desde hace cuatro años lo mantiene limpio de maleza y cultivando una infinita variedad de plantas.

Gran extensión

Entre ellas, el plátano, al menos unas 20 se extienden a lo largo del parterre y otras se concentran en un rectángulo, donde también siembra grosella china, fréjol, haba y arazá. “Antes también sembré badea, pero para ello tengo que hacerle su cama, ahora no hay espacio”, cuenta Matamba.

Ayer, el hombre imponía un orden, dejaba expedito el lugar, alargaba algunos cables y clavaba varios palos en la tierra, para construir un cerco y proteger así de los malos ciudadanos que atraviesan sin ningún cuidado todo su jardín.

“Aquí nadie se me ha robado un verde, las personas antes me los cuidan”, expresa con un tanto de emoción el anciano de 64 años, quien es padre de tres hijos, todo servidores policiales que trabajan en otras ciudades.