De vuelta a la Colonia…

Roque Rivas Zambrano

La crisis en Bolivia explotó. Como en un efecto dominó, el mundo vio repetirse la violencia que antes sacudió a Chile y Ecuador. Y, aunque esta situación responde a un contexto de desigualdad y deterioro de la representatividad de líderes políticos, hay algo más que aborrecer y es ese racismo, calcado de épocas coloniales, que se reproduce en los actos, las declaraciones de autoridades y las agresiones a civiles.

Primero fue la quema de la wiphala, bandera indígena, que se adoptó como símbolo de la plurinacionalidad. Luego la autoproclamación de Jeanine Áñez, presidenta provisional de Bolivia, que es quien encarna estos discursos de odio. La senadora, abogada y exdirectora del medio de comunicación Totalvisión, es conocida por sus declaraciones en Twitter, en que no solo mezcla los temas políticos con su postura religiosa, sino que denigra a los pueblos originarios, señalando como “satánicas” sus tradiciones.

La antropóloga Francisca Fernández explica que “el golpe de Estado”, reactivó el viejo conflicto entre las zonas altas, el altiplano y el mundo indígena, versus la zona baja, caracterizada por cierto fanatismo cristiano y un marcado racismo hacia los sectores indígenas.

Pedro Brieger, periodista y sociólogo, en un recuento de lo que ocurre en el vecino país, afirmó que “desde la llegada de Evo Morales a la presidencia, se la tienen jurada (…) Él se identificó como aborigen, y los que gobernaron Bolivia desde siempre no estaban dispuestos a que un indio obrero, trabajador y pobre gobernara”.

Esto ha implicado un revés histórico, en un lugar donde el 62% de la población es indígena, el racismo sigue vigente y los terratenientes, como declaró Adriana Guzmán, representante del feminismo comunitario, “quieren recuperar el poder colonial para tener peones”.

[email protected]

Roque Rivas Zambrano

La crisis en Bolivia explotó. Como en un efecto dominó, el mundo vio repetirse la violencia que antes sacudió a Chile y Ecuador. Y, aunque esta situación responde a un contexto de desigualdad y deterioro de la representatividad de líderes políticos, hay algo más que aborrecer y es ese racismo, calcado de épocas coloniales, que se reproduce en los actos, las declaraciones de autoridades y las agresiones a civiles.

Primero fue la quema de la wiphala, bandera indígena, que se adoptó como símbolo de la plurinacionalidad. Luego la autoproclamación de Jeanine Áñez, presidenta provisional de Bolivia, que es quien encarna estos discursos de odio. La senadora, abogada y exdirectora del medio de comunicación Totalvisión, es conocida por sus declaraciones en Twitter, en que no solo mezcla los temas políticos con su postura religiosa, sino que denigra a los pueblos originarios, señalando como “satánicas” sus tradiciones.

La antropóloga Francisca Fernández explica que “el golpe de Estado”, reactivó el viejo conflicto entre las zonas altas, el altiplano y el mundo indígena, versus la zona baja, caracterizada por cierto fanatismo cristiano y un marcado racismo hacia los sectores indígenas.

Pedro Brieger, periodista y sociólogo, en un recuento de lo que ocurre en el vecino país, afirmó que “desde la llegada de Evo Morales a la presidencia, se la tienen jurada (…) Él se identificó como aborigen, y los que gobernaron Bolivia desde siempre no estaban dispuestos a que un indio obrero, trabajador y pobre gobernara”.

Esto ha implicado un revés histórico, en un lugar donde el 62% de la población es indígena, el racismo sigue vigente y los terratenientes, como declaró Adriana Guzmán, representante del feminismo comunitario, “quieren recuperar el poder colonial para tener peones”.

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La crisis en Bolivia explotó. Como en un efecto dominó, el mundo vio repetirse la violencia que antes sacudió a Chile y Ecuador. Y, aunque esta situación responde a un contexto de desigualdad y deterioro de la representatividad de líderes políticos, hay algo más que aborrecer y es ese racismo, calcado de épocas coloniales, que se reproduce en los actos, las declaraciones de autoridades y las agresiones a civiles.

Primero fue la quema de la wiphala, bandera indígena, que se adoptó como símbolo de la plurinacionalidad. Luego la autoproclamación de Jeanine Áñez, presidenta provisional de Bolivia, que es quien encarna estos discursos de odio. La senadora, abogada y exdirectora del medio de comunicación Totalvisión, es conocida por sus declaraciones en Twitter, en que no solo mezcla los temas políticos con su postura religiosa, sino que denigra a los pueblos originarios, señalando como “satánicas” sus tradiciones.

La antropóloga Francisca Fernández explica que “el golpe de Estado”, reactivó el viejo conflicto entre las zonas altas, el altiplano y el mundo indígena, versus la zona baja, caracterizada por cierto fanatismo cristiano y un marcado racismo hacia los sectores indígenas.

Pedro Brieger, periodista y sociólogo, en un recuento de lo que ocurre en el vecino país, afirmó que “desde la llegada de Evo Morales a la presidencia, se la tienen jurada (…) Él se identificó como aborigen, y los que gobernaron Bolivia desde siempre no estaban dispuestos a que un indio obrero, trabajador y pobre gobernara”.

Esto ha implicado un revés histórico, en un lugar donde el 62% de la población es indígena, el racismo sigue vigente y los terratenientes, como declaró Adriana Guzmán, representante del feminismo comunitario, “quieren recuperar el poder colonial para tener peones”.

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Roque Rivas Zambrano

La crisis en Bolivia explotó. Como en un efecto dominó, el mundo vio repetirse la violencia que antes sacudió a Chile y Ecuador. Y, aunque esta situación responde a un contexto de desigualdad y deterioro de la representatividad de líderes políticos, hay algo más que aborrecer y es ese racismo, calcado de épocas coloniales, que se reproduce en los actos, las declaraciones de autoridades y las agresiones a civiles.

Primero fue la quema de la wiphala, bandera indígena, que se adoptó como símbolo de la plurinacionalidad. Luego la autoproclamación de Jeanine Áñez, presidenta provisional de Bolivia, que es quien encarna estos discursos de odio. La senadora, abogada y exdirectora del medio de comunicación Totalvisión, es conocida por sus declaraciones en Twitter, en que no solo mezcla los temas políticos con su postura religiosa, sino que denigra a los pueblos originarios, señalando como “satánicas” sus tradiciones.

La antropóloga Francisca Fernández explica que “el golpe de Estado”, reactivó el viejo conflicto entre las zonas altas, el altiplano y el mundo indígena, versus la zona baja, caracterizada por cierto fanatismo cristiano y un marcado racismo hacia los sectores indígenas.

Pedro Brieger, periodista y sociólogo, en un recuento de lo que ocurre en el vecino país, afirmó que “desde la llegada de Evo Morales a la presidencia, se la tienen jurada (…) Él se identificó como aborigen, y los que gobernaron Bolivia desde siempre no estaban dispuestos a que un indio obrero, trabajador y pobre gobernara”.

Esto ha implicado un revés histórico, en un lugar donde el 62% de la población es indígena, el racismo sigue vigente y los terratenientes, como declaró Adriana Guzmán, representante del feminismo comunitario, “quieren recuperar el poder colonial para tener peones”.

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